Apareció en el Camp Nou un equipo deprimido y se marchó uno decaído. Algo mejoró el triste Barça, insomne desde la catástrofe del martes en París. El alivio fue tan mínimo como la victoria que consiguió sobre el Leganés, raquítica como el fútbol que desplegó. El PSG le humilló con cuatro goles y el Leganés le avergonzó con uno, denunciando que padece una anemia galopante.

De penalti y gracias ganó el Barça, que se las prometió muy felices al marcar Messi en el minuto cuatro y sufrió hasta el último suspiro, cuando Messi estampó un penalti al fondo de la red con toda la mala leche del mundo, retratando su frustración por la pésima prestación de su equipo. Tan débil anda el Barça que el equipo menos goleador de la Liga, colgando del abismo del descenso, empató después de que Ter Stegen frustrara sus oportunidades. El meta, sin embargo, como si se apiadara de la conmovedora ilusión del Leganés, falló en la diana del empate.

CERCA DE LOS PAÑUELOS // El glorioso pasado reciente ahorró al equipo una jornada de aquellas de Gaspart, con pitos y pañuelos, que habrían sido merecidos por la actuación de ayer. Los pitos se los llevó André Gomes, al marcharse. Señalado por la crítica, también fue señalado por la grada, sin ser el peor del césped.

Pero pintó poco en el partido, como muchos de sus compañeros. El Barça fue el portero y los delanteros, más Rafinha, un amigo del tridente. Así de repetitivo fue el juego azulgrana, carente de otros recursos, más bien despreciándolos, como si el grupo se hubiera conjurado en resolver la papeleta igual que tantas otras veces. Y en medio del debate, Luis Enrique, al que algunos buscan sustituto, pero el presi dice que es un tema a tratar en abril.