A perro flaco, todo son pulgas. El Real Madrid está famélico, sin un suculento fichaje en el último lustro, expuesto a perecer en cualquier noche fría noche de invierno. El final del mercado se aproxima y el equipo no hace más que acumular lesionados, con unos resultados, tras el empate en casa ante el Valladolid, que amenazan con llevarse por delante los cimientos del Madrid de Florentino Pérez.

La impunidad de los títulos le ha durado al presidente menos de lo que podía esperar, sin una inversión importante desde el fichaje de James (2014). Con Zidane resignado a trabajar con la plantilla que el club ha podido conseguir, cada vez con menos crédito ante la grada, solo una resurrección deportiva inesperada parece poder levantar el segundo proyecto del galo en el banquillo blanco. Para comenzar la reforma, Zizou no podrá contar con los lesionados Asensio, Brahim, James e Isco, el último en unirse a la lista de perjudicados por las pretemporadas comerciales, en lo que supone la séptima lesión muscular del equipo blanco.

Con el madridismo repartiendo culpas entre la directiva --por no entrar en ninguna gran operación, la última la de Neymar-- o el banquillo --por no acometer los cambios prometido--, por el horizonte asoma la disparidad de criterio con Vinicius, el enfrentamiento interno que puede terminar de hacer estallar la bomba cuando la situación sea insostenible. El brasileño, la gran aparición y la única buena noticia de la temporada pasada, ha pasado a un segundo plano desde la llegada de Zidane, que ha vuelto a potenciar a muchos jugadores de la vieja guardia por delante de los jóvenes, en contra de los lógicos deseos de las plantas más nobles del Bernabéu.

Las bajas van a obligar a Zidane a tomar partido el domingo en el Estadio de la Cerámica entre Vinicius y Lucas Vázquez para el once (salvo reaparición de los tres centrales), una prueba de qué camino toma el Real Madrid.