Diumenge de Rams, qui no estrena no té mans. Así empecé la crónica para la desaparecida y sacrificada RTVV en la primera visita del Barcelona al Madrigal en Primera División. Era un Domingo de Ramos, como ayer. El resultado fue de empate a cuatro. El Villarreal, que ya sabía lo que era ganar en el Camp Nou, se ganaba un respeto. Ayer, también Domingo de Ramos, el respeto pareció haberse evaporado. Las manos del refrán se cambiaron por el clamor de la afición grogueta de ¡manos arriba, esto es un atraco! Y es que la cosa fue de manos: las de Piqué, no expulsado, y la mano legal de Sergio Asenjo a pies de Neymar sancionada con un penalti por el tahúr, léase árbitro, José María Sánchez Martínez.

Pero hubo otras manos, las de Rubén Uría (de nuevo jefe en el banquillo por la expulsión de Marcelino) o las de Bruno apuntando a la cabeza. El Villarreal se olvidó de la indignación del corazón y apostó por la razón. Sin cartas ni cartulinas marcadas, el Submarino se repuso de los golpes y pitidos desacertados. Toda una lección de madurez mental y orgullo para recuperar el respeto en esta Liga bipolar o tripolar, en la que parece que no se tiene en cuenta el trabajo y el esfuerzo del resto, que también tienen sus intereses y se juegan la pasta.

El mejor ejemplo fue la grada del Madrigal, ayer de diez, que acabó gritando el ¡Sí se puede! y premiando al equipo amarillo con una ovación. H