Fue el cachondo de Barry Sheene quien mandó parar. A San Pedro se le estaba quemando las galletas. Lloviznó. Pero el mítico nº 7 sabía que, con lluvia, no habría homenaje a su contagiosa locura. Así que, en un país donde ver el sol es tan raro como tener gobierno en España, Sheene abrió sus brazos y se sentó en lo alto de la tribuna celestial, disponiéndose a ver una de esas carreras que convierten las motos en el mayor espectáculo del mundo.

No había mejor manera de homenajear la leyenda de Sheene que ganando Suzuki, su marca. Y que lo hiciese uno de los jovencitos más llamativos del Mundial.

Es más, el único que prometía ganar y no ganaba. Hasta el jueves cuando, al llegar a Silverstone, dijo: “¡Ojalá sea el séptimo vencedor distinto de este año!” Fue el séptimo: Marc Márquez, Jorge Lorenzo, Valentino Rossi, Jack Miller, Andrea Iannone, Cal Crutchlow y Maverick Viñales.

Fue vencedor. Perdón, fue un insultante vencedor, no solo desde que se apagó el semáforo hasta que la bandera a cuadros cayó sobre su moto, sino antes, pues Viñales ya era primero cuando, en la primera salida, en la primera vuelta, Loris Baz y Pol Espargaró, que salieron ilesos, destrozaron sus motos y hubo que dar otra salida. Y fue distinto porque Viñales se coronó como soñó: a ritmo de vuelta rápida.

Y lloró. “Lloré cuando cruce la meta, sí, ¿puedo, no?” ¡Vaya si puede! “Pero lloré más cuando ví llorar de felicidad a mi equipo”. De momento, en su GP nº 97, en su podio 42, en su victoria 17, se subió a lo más alto del podio. Viñales es, aunque le importe poco, el noveno piloto español que gana en la máxima categoría: Márquez, Lorenzo, Pedrosa, Crivillé, Gibernau, Checa, Elías y Puig le han precedido.

Hacía nueve años que no ganaba una Suzuki un GP (Chris Vermeulen, 2007, bajo el diluvio de Le Mans) y 73.310 motards habían pagado su entrada para ver como uno de los herederos de Sheene convertía el firmamento en la mejor discoteca del 7.

DESPEDIDA CON VICTORIA // “Este equipo ha hecho mucho por ganar y necesitaba aire fresco para seguir creyendo en ellos, en que se puede ganar el título. Me voy, sí, me voy a Yamaha, pero les dejo el mejor regalo del mundo. No esta victoria, sino saber que lo que están haciendo, tanto trabajo, tiene su recompensa”, contó, orgullo, Viñales.

Viñales rozó el cielo y, quien sabe, si anoche, en su motorhome tuvo una charla privada con Sheene. Y los dos charlaron de la pelea, del lio, del follón, que hubo a su espalda.

Nada de eso lo vio Viñales, pero Márquez, a quien muchos, todos, acusan de conservador, se jugó la vida (pese a equivocarse de neumático delantero “puse el blando y debí escoger el duro”) y peleó para perder los mínimos puntos posibles.

Vivió detrás de Chrutchlow y Rossi media carrera y, cando decidió ir a por el podio, ser segundo, lo logró, aunque para ello tuviese que chocar con el Doctor ¡vuelven los duelos! ¡yupi!, fallase al llegar a Crutchlow y gastase buena parte de los comodines.

Mientras Viñales cantaba victoria, Crutchlow provocaba infartos en la grada y Rossi celebraba los tres puntitos (“si, es una miseria, pero algo es”) que le arañó a Márquez. Y Marc se mostraba el ser más orgulloso del planeta: “Lo intenté y eso me hizo feliz”. H