Luis Enrique Martínez ha sido el bálsamo milagroso que se ha cruzado en el tortuoso camino hacia un fracaso rotundo y estrepitoso del Real Madrid 15/16; ha permitido que el virtual campeón de Liga y aspirante a la Champions se entregara a la pereza y la vagancia y dejara de competir, revitalizando a los blancos, que vivían una de sus tempo-radas más esperpénticas.

Otra cosa es que Florentino Perez recapacite; la erótica del poder, el creer que se está por encima del bien y del mal imposibilita un cambio de rumbo. Bajo su mandato, la autocrítica está tan anestesiada como prohibida; en el fútbol hay que ir con una calculadora en mano y con la pelota en la otra; Florentino lleva balances económicos en las dos.

Por eso sus planificaciones deportivas quedan en entredicho a las primeras de cambio; y, lejos de reconocer, su culpa, se ha convertido en un profesional en el manejo del manual de atenuantes y coartadas; en su enfermizo afán de buscar excusas ahora ya solo ve confabulaciones.

Con dinero se compran grandes jugadores, pero no estilo de juego. El problema del modelo del Real Madrid es que no hay modelo. H