Los cazatalentos del Villarreal vieron algo diferente en un menudo chiquillo de 11 años que golpeaba a la bola con las dos piernas con un talento impropio de alguien de su edad. En el club aún recuerdan cuando en uno de esos partidillos de captación, Moi Gómez (23 de junio de 1994, Rojales) empezó a hacer maravillas y el técnico de turno le retiró del campo con el fin de que ningún scouting se fijara en él. Todavía no había ultimado su contrato con el Villarreal. Era una bomba de talento en bruto.

Creció con la etiqueta de niño prodigio, siempre por delante de su edad. Todos decían de él que iba para crack. Indudablemente clase y habilidad tenía a quintales. Con 17 años debutó en el primer equipo en La Rosaleda. Todo le vino demasiado rápido, sin la madurez para consolidarse en la élite y en un club exigente.

Fuerte convicción

Moi tenía claro desde muy pequeño que iba a ser jugador de Primera. Se lo decía a sus profesores cuando solo era un mocosete que acudía a clase con pocas ganas de estudiar. «Yo voy a ser futbolista», les contestaba con un inocente desparpajo. Fue subiendo todos los escalones de las inferiores de la selección y del Villarreal, de dos en dos, hasta el primer equipo y la sub-21. Y, de repente, su estrella perdió brillo, en medio de las exigencias de la urgencia del ascenso a Primera, aunque su talento continuaba intacto.

Y acabó saliendo del Villarreal con paso por Getafe y Sporting. No acabó de cuajar su talento. Moi necesitaba estar en un ecosistema en el que se sintiese importante y protegiera su calidad. A la vez, fue ganando en madurez personal y con ella explotó su clase prodigiosa en el Huesca, azucarada con una capacidad de trabajo avalada por los registros de su GPS. Era el que mejor jugaba y el que más corría. Calleja y su cuerpo técnico decidieron repescarle. El técnico lo conocía de sobra de su paso por Miralcamp y opina que Moi le va a dar muchas variantes en ataque, además de ser el jugador más parecido a Cazorla, el futbolista a quien Moi quería emular cuando era solo un niño y le vio ganar la Eurocopa del 2008 pegado a la televisión. Posee una calidad especial y es difícil distinguir si es diestro o zurdo, como el Mago asturiano.

La segunda oportunidad

Llegó casi como tapado. Todavía hay quien se pregunta por qué el Villarreal se fijó en un jugador del Huesca que no triunfó del todo en Vila-real. Pero el niño prodigio de Miralcamp se ha convertido en una de la sensaciones de la pretemporada y no ha vuelto a casa de relleno, sino para disfrutar jugando al fútbol al lado de los Cazorla, Morlanes, Trigueros, Iborra y compañía. «Para mí es un privilegio y un orgullo jugar al lado de ellos. Es todo mucho más fácil porque leen el fútbol muy rápido», asegura con esa sonrisa que se contagia.

Moi no tiene nada que ver con el chico que dejó el Villarreal con 20 años. En cuatro temporadas se ha hecho hombre más tarde de lo esperado pero con una fuerza inusitada. Tiene hambre y se le nota. Jugaría hasta de portero si se lo pidiesen. «Puedo jugar en varias posiciones del centro del campo o en la banda. El míster me está colocando en banda e intento hacer lo que me pide», explica este clon de Cazorla a la hora de repartir asistencias.