En la final de los 400 estilos que dejó un bronce para Mireia Belmonte, la húngara Katinka Hosszu, de 27 años, produjo uno de los momentos más brillantes de Río pulverizando el récord del mundo. Su extraordinaria marca (4.26.36 minutos) rebajó en 2.07 segundos la que estaba en poder de la china Ye Shiwen desde Londres, la cita a la que Hosszu acudió como una de las grandes favoritas y de la que salió sin nada, marcando un punto de inflexión en su carrera.

De esa caída al vacío, la ayudó a salir el que era su novio Shane Tusup con el que se casó tras los Juegos, y su actual entrenador, que cambió su plan de trabajo. Desde aquel momento, Hosszu ha competido en todas las pruebas que se le han puesto por delante, Europeos, Mundiales, o Copa del Mundo, sin importar si era piscina corta o larga.

Su ambición y sus resultados han roto los esquemas de la preparación en un deporte aeróbico, donde suelen ser habituales los picos de forma. Compite bien en todas las épocas del año. “¿Cómo puede nadar en tantas pruebas? ¿Es usted de hierro?”, le preguntaron en la Copa del Mundo de Pekín en el 2012, tras ganar los 100 estilos, su tercera medalla en una hora, la quinta en dos jornadas con hasta ocho finales.

En ese instante nació la nueva filosofía de Hosszu, bautizada ya como Iron Lady. Como máquina de hacer dinero, Hosszu funciona dentro y fuera de la piscina. Elegida mejor nadadora de los 2014 y 2015 por la FINA, gracias a su participación en la Copa del Mundo, dotada con suculentos premios, se convirtió en la primera nadadora del mundo que superó la redonda cifra del millón de dólares en premios. H