El Villarreal ganó por los pelos su primera final, porque en eso se había convertido la última jornada de la liguilla. Y no solo para el equipo. Los goles de Sansone y Trigueros permiten al equipo amarillo ser uno de los protagonistas del sorteo del lunes como segundo clasificado de este grupo L que ha tenido que pelear hasta el último instante. Escribá no dio ninguna concesión. En el césped, el once de gala, si exceptuamos la presencia de Jonathan cubriendo la banda derecha que dejó Castillejo por lesión. No cabía otra por lo que había en juego. No solo era salvar el primer match ball en una competición que se envenenó por deméritos propios; además, para el propio Escribá el de ayer era un examen casi definitivo. El fracaso le hubiera dejado en una situación muy delicada tras la pobre imagen de las últimas jornadas de Liga.

El gol de Sansone —primero del italo-alemán en Europa con la colaboración de las manos blandas de Nita— a los 15 minutos ayudó y quitó una buena porción de ansiedad. Con el 1-0 los amarillos controlaron al Steaua, incluso cuando su mejor defensa, Musacchio, se retiró (m. 38) por lesión. También la presencia de un líder como Bruno, duda hasta última hora, dejó su impronta. Con el capitán todo parece un poco más fácil porque siempre tiene el recurso necesario para desatascar al equipo e iniciar jugada por la vía correcta.

El Madrigal estaba tranquilo porque no aparecía ningún atisbo de sufrimiento, pero la última experiencia en Zúrich invitaba a la desconfianza, y más cuando Bakambu no tuvo el acierto para apuntillar al Steaua. A la media hora, Moka le molestó lo justo para que su cabezazo, a escasos tres metros de la portería, se fuera alto. Ya con Gräfe preparando su silbato para dar fin a la primera parte, Bakambu se lió en uno contra uno ante el portero rumano.

El desasosiego estaba justificado y así se encargó de demostrarlo el Steaua en la reanudación. Reghencampf movió el banquillo en busca de revulsivos y lo encontró en Achim. Lo suyo fue salir y poner taquicárdico al Madrigal con un certero testarazo que obligaba ya a mirar de reojo a lo que pasaba en Ankara, a miles de kilómetros de distancia. Mientras, en el Madrigal, Bakambu prorrogaba su tarde para olvidar. Las tuvo de todos los colores, hasta un regalo de Tosca para volver a tener un mano a mano con Nita. Pero no. No era su día. Los minutos pasaban y los nervios aumentaban. Cada balón que se paseaba por el área amarilla era un sin vivir para la grada, ya tan pendiente de lo que acontecía en Turquía como del Madrigal. Con el empate, un gol del Zúrich dejaba KO a amarillos y a rumanos. Otro del Steaua en Vila-real inhabilitaba hasta el empate para los amarillos, que solo fueron capaces de marcar uno en Bucarest.

ÉXTASIS y susto final / Toda la tensión acumulada estalló a dos minutos del final. Cuando los cambios de Escribá —fuera Sansone y Bakambu y dentro Borré y Rodrigo— parecían fiarlo todo al empate, apareció la jugada del técnico: adelantar a Trigueros ante un rival con 10 por la expulsión de Tamas. Y ahí pareció acabar el sufrimiento. El golazo del talaverano en el 88 con una vaselina imposible, sentó como un trankimazin en los corazones groguets. El Steaua se partió en dos buscando el gol que le clasificara y las contras amarillas ya eran letales. Tanto perdonó el Submarino que el Steaua tuvo su última bala. Como en Zúrich, las manos de Asenjo —salvó el segundo de los rumanos ante Amorim, tras un resbalón de Víctor Ruiz (m. 68) y solventó una mala cesión de Trigueros (m. 95) tapando el remate de Golubovic— mantuvieron vivo a un Villarreal que, literalmente, sufrió hasta el último segundo y que, por los pelos, estará el lunes en Nyón. Visto lo visto, es más que bastante.