Boeing sigue cayendo en picado. El gigante de la aeronáutica estadounidense cerró el ejercicio del 2019 con pérdidas de 636 millones de dólares (567 millones de euros), su primer resultado anual negativo en décadas, a consecuencia de la grave crisis que atraviesa desde el veto internacional al que era su avión estrella, el 737 MAX.

La compañía informó ayer de que sus ingresos en el conjunto del año disminuyeron un 24%, hasta los 76.559 millones (68.356 millones de euros), y en este último trimestre ha sustraído un cargo de 2.600 millones para potenciales compensaciones a sus clientes, afectados por la paralización de las entregas y la producción del aparato.

El nuevo consejero delegado de Boeing desde este mes, Dave Calhoun, reconoció que «queda mucho trabajo por hacer» e insistió en que la firma está centrada en devolver al servicio la flota de los 737 MAX «con seguridad», pero también aseguró que tiene «la liquidez» necesaria para afrontar el «proceso de recuperación».

Los datos contrastan con fuerza con los del 2018, cuando Boeing obtuvo ganancias anuales de más de 10.000 millones de dólares propulsado por cifras récords en ingresos, de 101.000 millones, y en entregas de aviones, un total de 806, que ahora se han reducido a más de la mitad, 380. La flota de los 737 MAX permanece en tierra desde marzo del año pasado a raíz de dos accidentes en Etiopía e Indonesia que dejaron 346 fallecidos.

Mientras tanto, la compañía trabaja con las autoridades para rectificar los aparatos, aunque recientemente ha descartado que eso vaya a ocurrir antes del verano.

Los datos del cuarto trimestre, en los que más se fijaban los analistas de Wall Street y que reflejan las últimas decisiones de la compañía, tampoco son halagüeños: las pérdidas entre octubre y diciembre ascendieron a 1.010 millones. El año anterior, en ese mismo tramo, el beneficio fue de 3.424 millones.