La guerra comercial ha regresado con brío renovado. El anuncio de ayer de nuevos aranceles chinos en respuesta a los aprobados por EEUU provocó la furia de Donald Trump. El presidente, a través de Twitter, reclamó a las empresas americanas que se planteen la huida de China y prometió inminentes castigos a Pekín. El conflicto confirma la fragilidad de aquella tregua presidencial firmada en Osaka y anuncia emociones fuertes en la cumbre del G-7 de este fin de semana.

El anuncio chino llegó por sorpresa y entrada ya la noche del viernes en Pekín. Se aplicarán tarifas del 5% al 10 % en bienes valorados en 75.000 millones de dólares (67.300 millones de euros) que incluyen la soja, el cerdo, la ternera y el aceite. El primer grupo entrará en vigor el 1 de septiembre y el segundo a mediados de diciembre, según la agencia oficial Xinhua. También se reanudarán las tarifas adicionales a los vehículos importados y componentes de fabricación, un sector clave en la economía estadounidense.

CONTRAATAQUE / Se trata de un tibio contragolpe a los cañonazos de Trump: esos 75.000 millones son solo la cuarta parte de los 300.000 millones que Washington aprobó recientemente. Las declaraciones que acompañaron el anuncio sugieren que a Pekín no le quedaba otro remedio y que no ha perdido la esperanza en alcanzar una solución dialogada que hoy parece quimérica. «La adopción de medidas arancelarias punitivas ha sido forzada por el unilateralismo y el proteccionismo de Estados Unidos», aclaró el Ministerio de Asuntos Exteriores. «Deseamos que China y Estados Unidos puedan resolver las diferencias de una forma aceptable con la premisa del mutuo respeto, la igualdad, la buena fe y el cumplimiento de la palabra», continuó.

Pekín consideró rota la tregua que Xi Jinping y Trump acordaron en Osaka cuando el segundo amplió el paquete de aranceles. Es seguro que la reciente venta de armamento estadounidense a Taiwán por 8.000 millones de dólares, la quinta en el mandato de Trump, no contribuyó a relajar el ambiente.

China y EEUU acumulan una docena de reuniones sin ningún avance reseñable pero aquel compromiso presidencial en Japón por desatascar la situación había devuelto cierto optimismo. El asesor económico de la Casa Blanca, Larry Kudlow, había calificado ayer de «muy constructivas» las charlas por videoconferencia con sus homólogos chinos y anunciado una nueva ronda de negociaciones en Washington el próximo mes. Hoy esa reunión está en el aire.

Las nuevas tarifas chinas empujaron a Trump hacia Twitter. En una tormenta de mensajes acusó a China de robar cientos de millones de dólares a su país mediante el robo de propiedad intelectual y ordenó a sus empresas que evalúen su marcha del país asiático. «Esta es una gran oportunidad para Estados Unidos», tronó el presidente, que esta semana se autodenominó como «el elegido» para poner en cintura a China.

RECHAZO / La llamada de Trump fue rechazada por la Cámara de Comercio de EEUU. «Si bien compartimos la frustración del presidente, creemos que un compromiso continuo y constructivo es el camino correcto», afirmó Myron Brilliant, vicepresidente ejecutivo y jefe de Asuntos internacionales.

La guerra comercial está castigando a ambas economías pero ninguna ha sufrido aún los daños graves que las obligarían a aceptar un acuerdo desfavorable. China abriga la esperanza de que Trump pierda las elecciones estadounidenses del próximo año y a este tampoco le perjudica la dinámica hostil con Pekín que satisface a buena parte de su electorado. China permitió el mes pasado la devaluación de su moneda, una medida con la que buscaba absorber las tarifas estadounidenses e irritar a Trump, pero no ha utilizado recursos devastadores como cerrar el grifo de los metales raros o la venta de sus bonos del tesoro estadounidense.