En su encíclica Laudato si, el papa Francisco nos ha dirigido a todos una llamada urgente a cuidar de la naturaleza o mejor de la creación, como habla la tradición cristiana. Decir creación supone reconocer un Dios creador, quien amorosa y libremente decidió crear el mundo; supone reconocer que la naturaleza creada es un don del Creador. El Papa nos invita a una “conversión ecológica”, y a una ecología integral. Nuestra relación con la naturaleza no puede estar impulsada por la codicia, por la manipulación, por la explotación o la destrucción, sino que ha de conservar la armonía divina entre las criaturas y lo creado mediante el respeto y el cuidado, para ponerla al servicio de todos los hermanos y de las generaciones futuras.

Una actitud previa y necesaria que nos motivará y nos moverá al cuidado de la creación es contemplar la bondad de la creación; es decir, ver el mundo con los ojos de Dios creador. De la contemplación de la bondad y de la hermosura de la creación, don de Dios, brotará en nosotros la gratitud, la alabanza y la acción gracias a Dios por habernos dado tanta belleza.

A los ojos de Dios, el ser humano es la cosa más hermosa, más grande de toda la creación. Mirar al ser humano con los ojos de Dios nos coloca en profunda sintonía con el creador y nos hace participar de la limpieza de su mirada y de su juicio.

Contemplar así la creación nos ayuda a no caer en actitudes excesivas o equivocadas. La primera la constituye el riesgo de considerarnos dueños de la creación. La creación no es una propiedad, es un don maravilloso que Dios nos ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos.

Cuando contemplamos la creación con los ojos de Dios, descubrimos cómo cada cosa nos habla de el y de su amor.´H

*Obispo de Segorbe-Castellón