En septiembre, muchos de nuestros pueblos y ciudades celebran sus fiestas en honor a la Virgen María. En la diócesis celebraremos la fiesta de nuestra patrona la Virgen de la Cueva Santa el 11 de septiembre. A las 13.00 horas subiremos al santuario de la Cueva Santa para mostrarle nuestro afecto sincero.

Jesús, desde la Cruz, nos ha dado y dejado en la persona del apóstol Juan, a su madre, la Virgen María, como madre de todos los cristianos. Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María, porque no quiere que caminemos sin una madre. Y María no deja de mirarnos con verdadero amor de madre: cada uno de nosotros, nuestras familias y nuestros pueblos, nuestras comunidades y grupos eclesiales, la Iglesia diocesana entera, estamos en su corazón; ella nos protege y vela por nosotros con entrañas de madre. Como madre y patrona nuestra, la Virgen María nos quiere guiar por el camino seguro para llevarnos a buen puerto: ella orienta nuestra mirada y nuestros pasos hacia su Hijo, el Camino, la Verdad y la Vida, para que nos dejemos encontrar y renovar por Él. En el rostro de María encontramos, en efecto, la ternura, el amor, la misericordia y la cercanía de Dios. En ella vemos reflejado el mensaje esencial del Evangelio. María Santísima, la Virgen pura y sin mancha, es para nosotros escuela de fe destinada a guiarnos y a fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con Cristo. María crea comunión y educa en un estilo de vida compartida y solidaria. En nuestras comunidades, su fuerte presencia ha enriquecido y seguirá enriqueciendo la dimensión materna de la Iglesia y su actitud acogedora. Miremosla con fe y devoción, escuchemos sus palabras y contemplemos su vida: por su intercesión pidamos la gracia de dejarnos encontrar y renovar por Cristo para ser sus discípulos misioneros. H