La candidatura de Carles Puigdemont planeó una campaña monotemática (votar a su cabeza de lista es la única garantía de lograr que vuelva a ejercer de president). En todo momento, ha logrado moverse en este terreno y en el de la crítica despiadada a lo que ha denominado constantemente el «tripartito del 155»: PP, Ciutadans y PSC. Las propuestas programáticas han quedado siempre en un segundo plano. En los primeros días, JxCat celebró un ascenso notable, pero luego las cifras se han quedado estancadas y siempre por debajo de las de ERC. Ello ha hecho que el tramo final lo haya dedicado a arañar votos de los republicanos con un mensaje: cualquier otra opción que no sea la de Puigdemont es legitimar el 155, el «golpe de Estado» de Rajoy. Si es ERC la que se alza con el triunfo, y si incluso el partido naranja supera a JxCat, se levantarán oscuros nubarrones internos.