Cientos de miles de personas acuden cada verano a Peñíscola con la finalidad de disfrutar de sus playas. Pero uno de las características que hacen único a este rincón del Mediterráneo es la existencia de un rico patrimonio, que tiene como principal foco el casco antiguo de su tómbolo, prácticamente rodeado en su totalidad por el mar. La configuración de sus calles y monumentos no es más que el reflejo de las épocas históricas y los cambios sociales. El visitante tiene la oportunidad de descubrir estos rincones con encanto, ya sea con la participación en las rutas guiadas que se programan en los momentos de mayor afluencia turística, o bien con el apoyo del material disponible en la oficina de turismo y en la página web turística local.

Uno de los primeros elementos en los que hay que fijarse son las puertas de entrada al núcleo monumental. El portal de Sant Pere fue mandado construir por el Papa Luna en el siglo XV, y proporcionó en su tiempo un nuevo acceso por mar. Está formado por un gran arco rebajado de sillería sobre cuya dovela central se halla el escudo del pontífice, esculpido por Filibert Bertalla.

Del siglo XVI es el Portal Fosc, mandado construir por por Felipe V junto al frente de muralla renacentista. Está ornamentada con almohadillado en piedra blanca y motivos militares. Esta fue la puerta principal hasta el siglo XVIII y su autor fue el afamado Juan de Herrera. En la decoración de esta puerta se aprecia un marcado carácter militar.

La tercera de las puertas de entrada es la de Santa María, que da acceso a la plaza del mismo nombre, y que conforma uno de los espacios más bellos de todo el municipio. Sus arcos son la parte más vistosa de un conjunto en el que confluyen la parte renacentista de la muralla con el tramo de origen medieval. Es recomendable la visita por los pasos de ronda, que conectan la parte superior del portal de Sant Pere con las inmediaciones del Portal Fosc. Cerca de allí también puede apreciarse la capilla de Santa Ana (en la calle Saiz de Carlos), y por debajo discurre el curso del manantial de la Font de Dins, que todavía hoy proporciona agua potable a parte del término municipal. Gracias a la existencia de agua dulce dentro de las murallas, junto al ingenio de los técnicos de las diferentes épocas, hizo posible que Peñíscola fuera una fortaleza prácticamente inexpugnable ante los ataques enemigos.

VIALES

La trama urbana del casco antiguo está compuesta por estrechas calles de escalones y viales que cruzan el tómbolo en diferentes alturas. En este sentido, calles relevantes con Atarazanas, Príncipe, Mayor y Fulladosa. A su paso se aprecian lugares imprescindibles, como el Bufador. Se trata de un túnel natural que perfora la roca en la que se asienta la ciudad y que comunica con el mar. En días de temporal se producen espectaculares saltos de agua, que son un punto de atracción para los visitantes. Muy cerca de allí está el Fortín de Bonete, un punto de vigilancia que posibilita la sensación de ver parte de la muralla prácticamente desde el exterior.

Otro lugar es la batería del Príncipe, que da acceso al edificio de Les Costures, y que desde hace más de 20 años es la sede del Museu de la Mar, abierto todo el año.

Los edificios religiosos son enclaves de interés en cualquier destino. En este caso, el templo parroquial de Santa María fue levantado en 1234 sobre los restos de la antigua mezquita árabe, y responde a la típica iglesia de reconquista. Del edificio destacan sus arcos góticos.

Junto al castillo, en uno de los puntos más elevados, está la iglesia de la Virgen de la Ermitana. Las obras fueron realizadas entre 1708 y 1714 a instancias del entonces gobernador de la plaza Don Sancho de Echevarría, en una inmejorable fábrica de sillería de perfecta labra en sus adornos, escudos y molduras. La traza de la fachada integra el campanario con una sobria elegancia compositiva poco frecuente dentro del barroco valenciano.

Y por encima de todas estas piezas, se sustenta el castillo, cuya configuración actual data del periodo templario, en el siglo XIV, y que tan solo un siglo más tarde sería la sede del Papa Luna, dentro del Cisma de Occidente de la Iglesia. Dentro del precio de la entrada se incluye el paso por el parque de artillería, unos amplios jardines que recaen en la parte norte del tómbolo, y que muestran las soluciones adoptadas por la familia Antonelli para preservar este municipio en la era renacentista. Desde allí también se divisa la parte moderna local.