Las fiestas del Lledó son un acontecimiento central en el calendario festivo y emocional de la ciudad. Año tras año, una mayoría de castellonenses se suma a la celebración. Desde el fervor religioso, pero también desde el castellonerismo y el amor a la ciudad.

Porque Lledó trasciende la significación religiosa y se erige en un elemento identitario. El hallazgo de la imagen en las tierras de Perot de Granyana, en 1266, marca el devenir de la historia sentimental de esta tierra nuestra. La Mare de Déu del Lledó ha acompañado los momentos de la historia en los que el pueblo castellonense ha crecido y se ha desarrollado. Ha sido la fe de una ciudad que ha transitado por los siglos buscando el progreso con un inmenso afán de futuro.

celebraciones colectivas

Estos días, de nuevo, Castelló se volcará en sus fiestas patronales y el fervor a Lledó llenará las calles de la capital de la Plana con celebraciones colectivas, pero también individuales, porque la fe no deja de ser un espacio para la reflexión en el que cada una y cada uno vive su devoción como mejor le dicta la conciencia.

La Real Cofradía de Lledó se ha encargado de preparar una programación para festejar a la patrona con actividades de carácter cultural y lúdico para todos los públicos. La cofradía representa bien el sentir de buena parte de la sociedad castellonense y merece el reconocimiento por mantener vivo el sentimiento hacia la Mare de Déu. Una tarea que desde estas líneas me gustaría valorar y aplaudir.

TIEMPO DE CONVIVENCIA

Deseo con sinceridad que estas fiestas de Lledó sean un tiempo para la convivencia. Necesitamos crear vínculos de hermandad entre las mujeres y los hombres que formamos el proyecto de Castelló. Lledó es un símbolo que une y, por lo tanto, ha de ser respetado y considerado como tal. Una ciudad unida será siempre una ciudad fuerte y afrontará el porvenir con determinación para seguir siendo la gran ciudad que todos queremos ser.