iguel Poveda anda Enlorquecido, como ha dado en llamar a su tributo al poeta granadino más universal, cuyos restos siguen desaparecidos desde 1936. «A mí me gustaría que se encontrasen, pero, si no Siemprer sucede, siempre digo que a Federico (García Lorca) lo encuentras si quieres, porque es como una religión», dice. Y lo hace como argumento y coartada de su gira que lo llevará a Onda, el próximo 4 de agosto en uno de los conciertos estelares del verano castellonense.

«Hay un universo de Federicos muy distintos y con todos me identifico: con el comprometido socialmente, con su sentido de la justicia y la igualdad, con el popular y telúrico, el de los paisajes de su pueblo y sus raíces, también con el del fabulador y soñador, el entusiasta viajero y el muerto de amor», señala un Poveda que se enamora de Lorca al leer por primer vez hace algunos años Soneto de la dulce queja, y también por las miradas que sobre él proyectaron genios del flamenco como Camarón de la Isla y Enrique Morente en discos no menos míticos como La leyenda del tiempo u Omega, respectivamente.

«Si lo conozco es porque ellos me lo mostraron; eso es lo que he querido repetir, transmitirle Lorca a la generación de mi hijo», afirma. La labor de poner voz a Lorca, que se le antojaba «como escalar el Everest», iba siendo aparcada hasta su anterior álbum, Sonetos y poemas para la libertad (2015), en el que cantó dos composiciones del granadino.

Asumido ahora el reto de dedicarle un álbum entero, Poveda sube la apuesta, pues lo edita bajo su propio sello -evitando a quien que no estuviese «a la altura espiritual de este trabajo", justifica- y encargándose él mismo de componer las músicas junto a su inseparable Joan Albert Amargós. «Ahora sé que puedo asumir el riesgo de hacer música, algo que hasta ahora solo había hecho puntualmente», subraya..

DISCOS DE COPLA // Relata el cantaor que en su niñez había un mueble doble para soporta el tocadiscos de casa, con un lado para los discos de copla y flamenco de su madre y otro para los de su padre, en el que abundaban