Anunciar una novillada de Juan Pedro Domecq, ganadería de campanillas, revistió de lujo el tercer festejo del certamen de clases prácticas organizado por la Escuela de Tauromaquia de Castellón. No defraudó la expectación suscitada. Primero por la excelente presentación: novillos con cuajo y romana, agradables de cara y de hechuras que hacían presagiar lo mejor. Y de juego variado pero interesante a la vez, que pusieron a prueba a los noveles, que tuvieron un examen importante que superar.

Pasearon una oreja Javier Camps, de la escuela valenciana, y El Ceci y Juanvi, estos dos últimos de la escuela castellonense. El Ceci estuvo especialmente bien. Atesora un buen concepto del toreo que se adivina en unas maneras, a veces frágiles, pero de fino trazo. Sacó carácter cuando tuvo que hacerlo y de no ser por los aceros, tónica general de la tarde, el premio hubiese sido mayor. Suma y sigue.

Juanvi, que estoqueó el segundo becerro de su vida, acabó confiándose y dejando momentos de gran interés. Poco a poco acabó creyéndose que tenía enfrente a un excelente novillo y pudo expresar su concepto, que poco a poco va madurando y buscando su sitio. Paseó una oreja y le pidieron con fuerza la segunda.

El otro triunfador de la tarde fue el valenciano Javier Camps, que dibujó la obra más templada y rotunda de la tarde. Toreó el valenciano con mucha enjundia, imprimiendo sentimiento a todo cuanto hizo, recubierto de buen trazo y pinturería. Tuvo enfrente al novillo más terciado de la tarde, pero también de edulcorada embestida. Cortó una oreja.

Si no hubo mayor número de trofeos fue por el mal uso de los aceros. Jorge Rivera sudó lo suyo ante un novillo bravo y exigente al que por momentos acabó sujetándole por abajo. Marcos Andreu le puso voluntad y de no marrar a espadas, hubiese tocado pelo, al igual que el alcarreño Álvaro Sánchez, que toreó con clasicismo a un novillo noble al que le faltó romper adelante. Una tarde entretenida, en definitiva.