“Fue uno de los últimos paisajistas directos y sentía emoción por la naturaleza”. “Vivió y murió pintando”. Así recuerda a Mingol su hijo Pepe, comisario de la exposición antológica y retrospectiva de la vida y obra del artista, cuando se cumplen ocho años de su fallecimiento, que tiene como escenario las nobles paredes el Museu de Belles Arts, y que supera ya los 3.000 visitantes, una cifra récord cuando se habla del movimiento expositivo en el principal museo de la capital de la Plana.

De sólida formación académica, Mingol dedicó más de 40 años a la actividad artística, siendo profesor de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Castellón, así como experto técnico restaurador de la Diputación provincial.

Como incide el hijo del artista, “fue trabajador constante y voluntarioso, con un dominio del dibujo y con una brillantez exquisitez para el color”.

La exposición realiza un recorrido por su vida artística mostrando cada una de sus facetas pictóricas, desde sus primeras obras donde imperaba el realismo impresionista y la influencia de su maestro Gimeno Barón, hasta su etapa de madurez en la que el dibujo y el color se funden.

Así, la muestra enseña sus paisajes de Cullera, Orpesa, Llucena, Morella y, sobre todo, de Albarracín (Teruel), con sus calles, tejados y atardeceres de tintes severos y contundentes.

Escenarios rurales de amplias perspectivas, que reflejan lugares y situaciones localizables, pero que carecen de acción. También sus bodegones escuetos, sintéticos, sin alardes, en absoluto escenográficos ni retóricos, que impresionan por su sobriedad temática y por la riqueza de dicción, trabajada lenta y minuciosamente sin perder frescura. Asimismo, sus dibujos, una línea poco frecuentada por otros pintores, “muchas horas de trabajo y observación”. H