Magisterio actoral mañana en el Auditorio Leopoldo Peñarroja de la Vall d’Uixó (19.00 horas) con la actuación de Rafael Álvarez El Brujo, que presenta su espectáculo Cómico.

Un monólogo espectacular y brillante, en el que el artista habla de las dificultades de ser actor en un montaje aparentemente espontáneo, pero que está medido milimétricamente.

Un Brujo que descubre el entramado, no solo de su oficio como artista y dramaturgo, sino que incide en episodios de su propia existencia para ofrecer una perspectiva privilegiada de la construcción de un espectáculo de artes escénicas. Teatro sobre el teatro. Teatro sobre la vida, que es puro teatro, cien por cien dramatización de cada uno de los escenarios en los que la gente actúa en su vida cotidiana.

DENSA DRAMATURGIA // Y aunque parezca que improvise, El Brujo forja una espectacular trama de condensada dramaturgia aprendida intensamente durante sus años sobre los escenarios.

Su talante es natural y afable, pero también bronco, riguroso y avezado combatiente. Es capaz de declamar versos de Santa Teresa de Jesús o de Quevedo, proyectando la voz con la gravedad de los grandes actores dramáticos, para, segundos después, gesticular, como fuera de sí, enhebrándose en la máscara de la tradición mímica, en una exacerbada sobreactuación que raya en los grotesco, de la parodia más nacional.

Teatro ilustrado y pedagógico, como si fuera un arlequín del Siglo de Oro. Trata de acercar los textos clásicos al público y descubrir sus tesoros escondidos.

El Brujo enseña, pero no juzga, ni somete al público a una moralina hipócrita. Tampoco desvela toda su personalidad cautivadora, atrayente y de ensoñaciones perfectas. Lujo teatral en la Vall con un montaje que comienza con una silla, sobre la que reposa un libro, y un foco iluminando la escena. Detrás, un telón, y entre este y el filo del escenario, apenas un par de metros. Entonces aparece El Brujo entre bastidores, sonriente, como quien pasaba por allí, y se queja de los pocos medios con que debe levantar su obra. Su vida fulgurante.

Homenaje al oficio de cómico que da título a la obra, con un Brujo que exhibe músculo actoral, pergeñado de años y años sobre centenares de escenarios, como regalo al público.