El membrillo es una fruta muy conocida, aunque poco consumida, debido a que se necesita de un tratamiento o cocinado previo para su consumo. Entre sus características, destaca que es muy carnoso y de un bonito color amarillo dorado. Su piel es aterciopelada, algodonosa, de pulpa amarillenta, áspera, con sabor muy ácido cuando se consume en crudo y con un delicado aroma a miel. Los membrillos se degustan cocinados: mermeladas, jaleas o dulce de membrillo son sus preparaciones más populares. También es muy utilizado en elaboraciones saladas como guarnición de platos de caza y es una combinación perfecta con el foie. También son muy adecuados para la confección de compotas, jugos y productos de pastelería.

Se trata de una fruta muy rica en pectina, apropiada para las personas con elevado colesterol y ácido úrico, ya que ayuda a su disminución. Además, es muy astringente y resulta ideal para ayudar a curar diarreas.

Aspecto carnoso

Los primeros membrillos aparecen en las fruterías de los mercados municipales de Castellón a principios de otoño y los podemos adquirir hasta los primeros fríos del invierno. Hay que comprar los que presenten un aspecto carnoso, con la piel limpia, sin roces, golpes o magulladuras y deben tener un bonito color ligeramente amarillo. Esta fruta, cuando está demasiado madura, presenta manchas, aunque si su consumo va a ser inmediato no se debe dar apenas importancia a este detalle. Una vez maduros, se pueden conservar en el frigorífico durante semanas.

La pulpa de membrillo se puede congelar una vez cocida y en puré, con o sin azúcar. Si se quiere congelar el fruto fresco, se debe pelar, cortar y mojarlo con zumo de limón para evitar que se oxide y obtenga un color raro.

La receta

INGREDIENTES: 4 membrillos medianos, 150 gr de azúcar moreno, 1/2 vasito de mistela, clavos de olor, canela y vino tinto.

ELABORACIÓN: Lavar los membrillos y cortarlos por la mitad, extrayendo el corazón. Precalentar el horno a 180°. En el hueco dejado al quitar el corazón, añadir azúcar moreno. Poner los membrillos en una bandeja y pinchar cada porción con un clavo de olor, rociar con un chorrito de mistela poniendo en el fondo dos vasos de agua. Espolvorear con canela e introducir al horno una hora. Cuando estén asados, rociar cada uno con un chorrito de vino tinto y dejarlos dentro del horno apagado, unos minutos. Al servir, mojarlos con el jugo que ha quedado en la propia bandeja.