Ainhoa Arteta (Tolosa, Guipúzcoa, 1965) se ha dejado llevar de la mano del productor Javier Limón, para alumbrar La otra orilla, un disco y deuvedé en el que entona, bajando un peldaño su voz lírica, canciones que la acompañaron en su niñez.

—Canciones, como se decía en la radio, de ayer, hoy y siempre.

—Totalmente. Quiéreme mucho, María la O, Ansiedad, El rosario de mi madre, Frenesí, Guantanamera… las oía cantar a mi amá y a mis tías. Todas ellas eran cantarinas y gesticulaban mucho y eso está en mi ADN. Son boleros y canciones de siempre porque las melodías son maravillosas y las cosas que dicen, también.

—¿Han pretendido con esos arreglos jazzísticos alejarse de otras versiones?

—Javier Limón y sus músicos cubanos han querido darle ese aire y estas armonizaciones actuales. Yo tenía mis discusiones con él pero me decía que me fiara, que esto es lo que quería sacar de mí. Es el cuarto disco con él y he aprendido a dejarme llevar.

—Aunque hay mariposas esto no es ‘Madame Butterfly’.

—Pero soy yo también. Cuando nos juntamos las Ibarrulaburu en las reuniones familiares, con mis primas, con una pandereta y una maraca la armamos. Cantamos desde Clavelitos hasta éxitos de los Beatles y de U2. Este disco es como la parte B de La vida. Aquél era más blanco y negro, este tiene color.

—‘Un vestido y un amor’ está dedicada a su marido. ¿Qué tal la vida de casada?

—Muy bien. Matías es maravilloso y esta canción de Fito Páez forma parte de la banda sonora de mi vida. Saliste entre la gente a saludar y te vi, los astros se rieron otra vez y yo simplemente te vi. Coincidimos en un premio y fue algo así.

—¿Cuál es el mejor recuerdo de su boda este verano en El Puerto de Santa María?

—Tengo dos. La ceremonia, donde cantaron cinco de los mejores cantantes líricos: la chilena Verónica Villarroel, el mexicano Ramón Vargas, Juan Jesús Rodríguez, Ismael Jordi, con Rubén Fernández, mi pianista. Bueno y yo también me animé. Aquello fue impagable. Ese momento y después los compañeros de la promoción de Matías, haciéndome el pasillo con el sable en alto, y al final mi querido Iker Murillo, bailarín de ballet, bailándote un aurresku. Eso no se olvida.

—¿Fue la ministra quién le propuso que cantara ‘La muerte no es el final’ el 12 de octubre?

—Margarita Robles, sí. Y me pidió que lo mantuviera en secreto. Esta melodía y letra están compuestas por un párroco de Hernani, hechas para un organista que se murió con 17 años. El Ejército la asumió como un himno, pero ese es el origen. Lo hice porque creo firmemente que la muerte no es el final y porque soy vasca y he vivido muchos conflictos. Yo por ejemplo no puedo leer Patria, la novela de Fernando Aramburu, lo tengo que cerrar porque todavía están abiertas las heridas. Fue muy duro ver cómo se mataba a tantísima gente de una manera brutal. Ese día lo sentí como un homenaje a todas aquellas víctimas del terrorismo que habían sido prácticamente silenciadas.

—¿Y en Euskal Televista la han vetado después de aquello?

—Tenía apalabrado un concierto de apoyo al cáncer infantil al que iba a ir sin cobrar y salí de la lista, pero por parte de ellos. Creo que son cosas que hay que ir superando. Aunque llevamos unos años de democracia no son tantos. Ahora mismo nos viene un periodo con muchas opiniones y muchos partidos con voz y voto y vamos a tener un ejercicio de madurez, de entendimiento y de llegar a acuerdos porque no queda otra. Sinceramente lo digo, lo veo expectante y quisiera verlo esperanzada.

—¿Defiende a Plácido Domingo?

—Se está dilapidando a una persona sin pruebas. Es una caza de brujas. Yo lo veo así, porque no encuentro el sentido, sinceramente. Lo conozco mucho, es un hombre que aprecia a las mujeres, la belleza. Pero es un caballero por encima de todo. Yo nunca tuve ningún altercado de este tipo con él. Yo cuento mi vida, mi experiencia. Y lo veo incapaz de obligar a hacer nada a ninguna mujer que no quisiera. Que luego haya tenido relaciones consentidas, eso ya... Ahí no me meto porque eso es la vida de cada uno, pero vaya que no es ningún acosador, ni ningún violento.

—¿Y cree que se le hace un flaco favor al feminismo?

—Sí. Está bien que haya una conciencia feminista tanto en mujeres como hombres porque el feminismo es una actitud. Pero no se puede ir contra todo lo masculino. Yo por ahí no paso.