Garry Kaspárov, veterano opositor ruso exiliado en EEUU, sintió un escalofrío cuando hace un año y medio escuchó el discurso del aspirante Donald Trump en la convención republicana. «Vi una versión americanizada de la brutal y efectiva propaganda de miedo y odio con la que Putin bombardea a Rusia... No solo el contenido del discurso; las maneras y el lenguaje corporal eran sorprendentemente similares a esas intervenciones jactanciosas y burlonas que los rusos conocen tan bien desde hace 16 años», escribió en The Washington Post.

Han transcurrido 12 meses desde entonces. Periodistas y comentaristas han ido comprobado las afinidades que existen entre las respuestas de Trump a las acusaciones sobre la trama rusa y los pronunciamientos que se hacen en Rusia sobre el mismo tema. Palabras, expresiones, gestos, ideas, argumentos y hasta sutiles sugerencias han fluido del Kremlin a la Casa Blanca y viceversa, como una recreación geopolítica de la vieja teoría de los vasos comunicantes.

Una respuesta similar ante las sanciones

El 2 de agosto, Moscú había amanecido aún bajo el impacto de la extensa reducción del personal en la misión diplomática de EEUU en Rusia ordenada por Putin. Tras la aprobación casi por unanimidad en el Congreso estadounidense de la ley que refuerza las sanciones a Moscú, el Kremlin se había resignado a que Trump no presentara batalla y estampara su firma en el texto legal, dada la facilidad con la que los legisladores superarían un eventual veto presidencial. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, un hombre que habla en nombre de Putin y consensúa con él sus palabras, realizó una subliminal instancia al magnate neoyorquino. «Sin duda, es importante saber qué piensa de esto (las sanciones) el presidente de EEUU», dijo, antes de lanzar su invitación: «Todavía no se ha pronunciado». Trump atendió las recomendaciones y pronunció una diatriba contra la ley y el Congreso. La legislación es «significativamente defectuosa» y contiene «provisiones inconstitucionales», dijo.

La polémica de la reunión no anunciada

En plena madrugada del 19 de julio, un Trump en estado de alteración descargó toda su ira contra la prensa en un tuit. Se acababa de difundir en EEUU la noticia de un encuentro adicional con Putin durante la cumbre del G-20 en Hamburgo del que no se había informado. «¡Noticia falsa! La historia de la cena secreta es enfermiza» (en inglés sick), cargó.

La réplica desde Rusia no tardó en llegar. Entrado ya el día en Moscú, Alekséi Pushkov, presidente de la comisión de política informativa del Senado, se despachó contra los medios de EEUU, empleando vocablos análogos. «Ahora en EEUU estalla el escándalo falso de la cena secreta entre Trump y Putin. Exigen detalles. Están enfermos» (en ruso, bolnye).

La coincidencia en la idea de persecución

La noticia sacudió las portadas de los diarios estadounidenses. El 2 de marzo pasado, el fiscal general Jeff Sessions anunció que se apartaba de la investigación sobre la trama rusa tras saberse que había mantenido reuniones con el embajador Serguéi Kislyak de las que no había dado cuenta al Senado. Trump arremetió de inmediato contra los demócratas empleando su espacio favorito en internet. «Jeff Sessions es un hombre honesto... los demócratas están jugando demasiado fuerte... ¡esto es una total caza de brujas!».

Transcurridas tan solo unas horas, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, se encargó de dar la réplica al líder de la Casa Blanca: «Todo esto se parece a una caza de brujas, a los días del macartismo, que pensábamos que habían quedado atrás en Estados Unidos».

La insinuación del fraude en el voto

Todos los sondeos apuntaban a un claro triunfo de Hillary Clinton cuando se celebró el segundo debate antes de las presidenciales en EEUU. Trump logró indignar a su rival cuando, en un momento de la conversación, se negó a confirmar si aceptaría los resultados de las elecciones en caso de perder, la opción más plausible entonces: «El fraude en el voto es un gran, gran problema en este país... voy a ver lo que sucede».

Durante las semanas siguientes, Serguéi Kiselev, presentador estrella de Vesti Nedeli, un popular programa de análisis político en el primer canal de la televisión rusa, recogió raudo el guante lanzado por el hoy líder de la Casa Blanca, dedicando un amplio reportaje a la «falsificación» de votos en EEUU, y sentenciando: «Estas elecciones no pueden ser calificadas de honestas o limpias».