Soldados chinos e indios se pegaron dos semanas atrás con piedras, barras de metal y maderos claveteados en un fronterizo valle del Himalaya. La batalla fue el colofón a 40 días de provocaciones mutuas e inició un insensato intercambio diplomático de los dos ultranacionalistas gobiernos. Pekín recordó su victoria en la guerra de 1962 y amenazó con reclutar a Pakistán y Nepal para su causa mientras Delhi alentaba el boicot de productos chinos y censuraba sus aplicaciones de móvil. Un país que suma escasas décadas abierta al mundo se pelea estas semanas en tres continentes por variadísimas razones.

¿Nacen los conflictos en una actitud china más asertiva y desacomplejada? ¿O en la coincidencia temporal de rebrotes de cuestiones regionales enquistadas y en la confrontación de Washington y sus aliados anglosajones para embridar su auge? «Son dos formas de verlo y probablemente la verdad está a medio camino», recuerda Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China.

Sufren de nuevo las relaciones con Japón, tras el deshielo pactado en el 2018, por culpa de las islas Senkaku/Diaoyu, que se discuten más por orgullo nacional.

Pulso con Japón

La tensión regresó tras un reciente cambio administrativo, que añadía el recordatorio de que las islas son japonesas. En los últimos días se solapan las denuncias desde Tokyo de las miles de incursiones de barcos chinos en las aguas en disputa con los ajados mapas en la prensa de Pekín que apuntalan sus reclamaciones. Tokyo ha aclarado esta semana que las islas y la ley de Seguridad Nacional para Hong Kong ponen en peligro la visita del presidente, Xi Jinping.

Esa ley también ha enfrentado a Pekín con Londres por las cruzadas denuncias de romper los acuerdos de devolución: asegura la segunda que vulnera la autonomía pactada y contrapone la primera los millones de pasaportes ofrecidos a hongkoneses y la mohosa nostalgia colonialista.

Australia aprobó el mes pasado un incremento en Defensa que su primer ministro, Scott Morrison, justificó en «las nuevas dinámicas» que habían alterado el benigno clima de seguridad. Canadá ha acusado a Pekín de tomar como rehenes a los dos nacionales encarcelados durante más de un año por cargos de espionaje. Ottawa es la víctima colateral de la guerra entre Pekín y Washington que, entre otras medidas, motivó la detención en Canadá de Meng Wanzhou, la heredera de Huawei, a petición de EEUU.

La asertividad pequinesa se muestra sin bridas en el Mar del Sur de China. La ASEAN, la organización del sudeste asiático, jubiló en su última reunión las declaraciones anodinas para apuntar a las convenciones marítimas de la ONU, y no las negociaciones bilaterales, como solución.