Todos los estudiantes de la universidad Ashesi, en Berekuso (una gran ciudad situada en la región este de Ghana), han firmado un código de honor en el que se comprometen a combatir la corrupción y evitar cualquier mala práctica que pueda derivar en ella. Son alumnos de Ingeniería, de Administración de Empresas, de Informática y de Sistemas de Gestión, muchos de ellos probablemente llamados a dirigir el futuro de este país africano, y en todas sus carreras estudian alguna materia relacionada con las Artes y las Humanidades. Porque lo que busca la Ashesi University College, explica su fundador, Patrick Awuah, es "dotar a los futuros graduados de un espíritu crítico y de un alto sentido de la ética".

"Todo fue porque un año, cuando llevábamos cuatro cursos en marcha, un profesor detectó que prácticamente la mitad de su clase había copiado en una prueba", cuenta Awuah, en una charla con este diario. "Me reuní con aquellos alumnos y les hice ver que no podía ser que los jóvenes, que están condenando los regímenes corruptos que gobiernan en África, mantengan también prácticas corruptas. Porque cuando se tienen 19 años, engañar en un examen es actuar de forma corrupta", cuenta. Fue así como los propios estudiantes idearon la creación del código de honor que desde hace más de una década aprueban en asamblea todos los alumnos de la universidad. "Es un sistema similar al que tienen universidades como Princeton, en su caso desde hace más de un siglo", comenta.

Awuah acaba de ganar esta semana uno de los premios más prestigiosos que se conceden actualmente en el ámbito de la educación, el WISE, dotado con medio millón de dólares, en el que se reconoce a profesores implicados socialmente, "que han abierto un camino para involucrar e inspirar a otros con el fin de mejorar el destino de zonas deprimidas del mundo", según explica la organización, vinculada a la Qatar Foundation.

Sistema innovador

La historia de Patrick Awuah es la del emprendedor que un día salió de Ghana para ir a estudiar en Estados Unidos. Empezó con 50 dólares en el bolsillo y terminó haciendo fortuna como ingeniero de Microsoft hasta que, en un momento dado, en el año 2002, decidió regresar a África para aplicar allí lo aprendido en América. "Abrí una nueva universidad, a la que llamamos Ashesi [el inicio], no por la falta de universidades en mi país, sino porque las que ya había no enseñaban las destrezas del siglo XXI, ponían todo el énfasis en el aprendizaje memorístico y olvidaban el pensamiento crítico, la ética y el trabajo colaborativo", argumenta.

"No fue fácil encontrar el acuerdo de la Administración ghanesa, quizás presionada por las universidades ya existentes, para que homologará las cuatro titulaciones que impartimos, entre otras cosas, porque son grados completamente nuevos en el país", relata. Tampoco resultó sencillo "contratar a un profesorado habituado a trabajar según nuevas metodologías: muchos de los que lo podían hacer se habían marchado de Ghana, como había hecho yo mismo, y fue duro convencerles para que regresaran", recuerda.

La universidad, en la que actualmente estudian jóvenes de 25 países africanos, cuenta con un sistema propio de becas para personas con menos recursos, asegura su fundador. "Un 30% de nuestros alumnos tienen becas del 100% y un 20% reciben ayudas parciales", detalla Auwah. De este modo, trata de evitar que califiquen el proyecto de elitista. Además, la mitad de los estudiantes son mujeres (algo todavía excepcional en África), "porque si realmente queremos preparar a los futuros líderes de África, no podemos hacerlo sin ellas", afirma.

El potencial africano

Desde que empezó su andadura, los graduados de Ashesi han ido encontrando "empleos de calidad", y la mayoría de ellos se han quedado en África, donde muchos han creado empresas estratégicas. "La innovación en la educación superior no solo está empoderando a los estudiantes, también tiene el potencial de transformar Ghana y otras naciones africanas", destaca la Qatar Foundation, como uno de los méritos del trabajo realizado por el ganador del WISE de este año.

"Es un momento crucial para África: una de cada seis personas de la Tierra vive hoy en África y esta cifra aumentará a una de cada cuatro en el 2050. Necesitamos urgentemente impulsar el sistema educativo en el continente para garantizar que podamos aprovechar este cambio y fortalecer el continente", concluye.

Duelo entre Catar y Dubái

La dinámica de los premios WISE (que reciben su nombre de las siglas en inglés de la Cumbre Mundial sobre Innovación Educativa, que se celebra estos días en Catar) es muy similar al proceso que sigue el Global Teacher Prize, que se entrega en marzo en Dubái: el galardón se concede al mejor de los profesores que previamente han presentado su candidatura al premio.

Apenas dos elementos distinguen al premio catarí del dubaití: el primero cumple este 2017 su octava edición, mientras que el segundo solo se ha concedido en tres ocasiones. Eso sí, el de Dubái, creado a imagen y semejanza del de Catar, le duplica en dotación, con un millón de dólares para el ganador, de allí que se haya bautizado como el Nobel de los maestros.

Además de distinguir la labor individual de un docente, los WISE también premian, con 20.000 euros, media docena de proyectos educativos y sociales. Este año, uno de ellos ha recaído en el programa Luces para Aprender de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), que lleva luz e internet a escuelas rurales aisladas de América Latina.