Una vida tranquila, sin sobresaltos y acompañado de su novia, la bailarina Lindsay Mills. Viaja en metro y adopta algunasprecauciones básicas, como cambios en sus rutinas diarias. No emplea el teléfono móvil y se gana la vida trabajando comoconsultor de una empresa informática.

Ésta es, según declaró el pasado mes de junio a EL PERIÓDICO Anatoli Kucherena, su abogado ruso, la vida en Moscú de Edward Snowden, el exagente de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense que en el 2013 reveló losprogramas de espionaje masivo que los servicios secretos de su país habían desarrollado con la complicidad de las principales compañías proveedoras de servicios de internet.

Según la versión oficial, Snowden se vió obligado a detenerse en Moscú al ver caducado su pasaporte cuando transitaba por el aeropuerto moscovita de Sheremetievo en dirección a América del Sur. Durante 40 días, siempre de acuerdo con lo dicho por su entorno, el exagente se mantuvo en la zona de tránsitos de la terminal, leyendo novelas de Fiodor Dostoyevski y familiarizándose con el alfabeto cirílico y el idioma ruso, antes de obtener el asilo temporal y concediera una rueda de prensaen el propio aeródromo, visíblemente pálido y atribulado.

Algunos observadores, no obstante, ponen en duda que Moscú haya aceptado acogerlo sin haber obtenido nada a cambio, habida cuenta de la enorme cantidad de información y datos de interés paraRusia a los que tuvo acceso durante su etapa como espía. Dichas voces descartan que haya estado durante todo ese tiempo recluidoen el aeropuerto sin recibir visita alguna.

Rusia es, probablemente, uno de los pocos países del mundo que puede acoger al delator estadounidense congarantías de seguridad. Carece de tratado de extradición con Washington, y, a simple vista, como superpotencia poseedora de armas atómicas, parece mucho menos susceptible que Ecuador o cualquier otro país suramericano, de rendirse a posibles presionesprocedentes de EEUU. Como prueba de la gran importancia que el Kremlin concede a su huésped, cuando Snowden llegó a la capital rusa, Moscú ignoró la sugerencia de Serguéi Bout, el hermano del traficante de armas Víktor Bout, condenado a 25 años de prisión por un juez norteamericano, de arrestarlo e intercambiarlo por el ciudadano ruso preso en EEUU. Y ello, pese a que Moscú siempre había concedido una gran prioridad al 'caso Bout'.

GRANJEARSE SIMPATÍAS

Consciente, probablemente, de que algún día regresará a su país y deberá afrontar a la justicia, el exagente no ha dejado de hablar con los medios de comunicación durante su estancia en Moscú,incluyendo al programa ‘El Objetivo’, de Ana Pastor. Es su forma de granjearse una imagen de defensor de las libertades y de ganarse las simpatías de una audiencia en casa cara al decisivo momento en que tenga que regresar a su país. Kucherena, su abogado ruso, se lamenta que la “falta de concreción de las acusaciones” contra su cliente. “No hay nada concreto, solo a nivel de declaraciones públicas; para poder defenderte, tienes que saber de qué te acusan”, explica el jurista.

Tal y como se encarga de aseverar en sus intervenciones ante los medios de comunicación, Snowden se siente feliz en Rusia, intentando desbaratar la imagen de aislamiento y desarraigo que, desde la época de la guerra fría, pesa sobre los desertores que huían a la URSS desde Occidente. “Dicen que Rusia es el peor lugar del mundo; Rusia está muy bien”, declaró al periodista James Bamford, de la cadena pública de televisión estadounidense. A punto de cumplir tres inviernos en Moscú, Snowden asegura que sigue sin probar el alcohol. “No bebo; nunca he estado borracho en toda mi vida”, dijo. Eso sí, no se deja ver por locales moscovitas frecuentados por la colonia occidental.