Todo valió la pena: la lluvia incesante, el frío húmedo y cortante, el cabreo justificado ante la tardanza de tomar una decisión... todo valió la pena por ver el toreo eterno y las brujerías de Finito de Córdoba, o la personalidad y el pellizco de un torero joven como Varea. Casi tres décadas de alternativa separan a ambos, unidos por el mismo hilo: la distinción, la improvisación, el sentimiento del toreo a flor de piel. Para Finito y para el resto son secundarias las orejas. Para Varea no tanto. Injustificada la no concesión de la oreja que pidieron unánimemente desde sus escaños y al unísono las miles de personas que aguantaron durante casi una hora mojándose en los tendidos con la posibilidad de poder devolver sus entradas y ver el festejo por televisión. Algo tendrán que ver. Le birlaron la salida a hombros y frenaron un empujón tan necesario como merecido.

Comenzó el festejo a las seis menos cinco, cuando parecía más que evidente la suspensión. No parecían estar convencidos los toreros sobre el buen estado del ruedo y su ánimo no era el más favorable para torear. Incertidumbre, dudas, deliberaciones en el despacho de las autoridades... y de repente ¡vamos para adelante! Y sonaron los clarines.

Atraco a Varea

Precioso el ramillete de verónicas y la media con la que recibió Varea al tercero de la tarde. Torerísimo y personal el galleo para llevar el toro al caballo, con chicuelinas de capote alado. La media belmontina con la que abrochó el quite de después fue un cartel de toros. Para el recuerdo. Ya apuntó su buena condición el toro de salida. Galopó con alegría y franqueza en banderillas y tanto Ángel Otero como Diego Valladar tuvieron que desmonterarse. En las primeras tandas le costó a Varea acoplarse con el toro y pareció naufragar, pero de mitad de faena en adelante llegaron los momentos más redondos: algún natural de trazo largo, el toreo desmayado… y el sabor en la trincherilla y el de la firma. Buen toro este tercero, con muchas cualidades y enclasado, y toreo caro, por momentos, de Varea, en una labor intermitente. Mató de un espadazo fulminante que por sí solo era de premio. Le dio el palco una oreja y se empecinó en hacer oídos sordos a la unánime petición. La bronca fue de órdago.

El sexto se lo brindó Varea a sus compañeros, como gesto de agradecimiento por decidir hacer el paseíllo en condiciones tan adversas. Se lo sacó Varea a los medios con distinguidas y sabrosas maneras. Faena de más voluntad que brillo por las condiciones del toro, que lanzaba una tarascada al final de cada viaje y no acabó de emplearse. Muy decidido el castellonense, que quiso amarrar el triunfo pero esta vez la espada sí le impidió abrir la puerta grande. Mató de pinchazo y estocada casi entera y se esfumaron las ilusiones.

Fino, un torero único

Lo de Finito no tiene parangón. Es un torero de una categoría única, guardián de las esencias, la belleza en su máxima expresión. Justificó sobradamente la sustitución de un figurón como Ponce. Señor, perdona a los que devolvieron las entradas porque no saben lo que han hecho.

La faena al cuarto fue orfebrería de primer nivel. Salía suelto en los primeros compases de la faena de muleta, y aunque siempre se quiso marchar a tablas, cuando lo sujetó Finito acabó embistiendo con calidad. Mejor en los terrenos opuestos a toriles. Faena de menos a más, paciente, de largo metraje y repleta de una torería y un sabor sin igual. Un natural superlativo, encajado el torero y desmayado a la vez, rompiendo muy atrás el viaje, fue una delicia, de lo mejor de la feria. El kikirikí y un pase de pecho a la hombrera contraria, de categoría superior. Las pinceladas, los remates, la manera de cuadrar al toro… Desafortunadamente la faena no encontró rúbrica con los aceros. Daba igual.

Se gustó Finito en las verónicas de recibo al primero de la tarde. No acabó de entregarse el toro, mirón, metiéndose por los adentros y con mejores principios que finales. Le bajó la mano Finito desde el inicio de faena de muleta para gobernar la embestida, con toques fijadores para que se empleara. Decidido el torero en una labor basada sobre la diestra en la que hubo algún muletazo largo pero sin redondear el conjunto. Estuvo desafortunado con los aceros.

El carácter de Cayetano

Con una larga en el tercio recibió Cayetano al segundo de la tarde, que salió espoleado por alguna voz disconforme tras la faena de Finito. Los mejores pasajes de Cayetano surgieron en las primeras tandas al natural, por donde embistió el toro con edulcorada nobleza. Llegaron arriba los circulares sobre la diestra, antes de amarrar una gran estocada arriba, que fue determinante para la concesión de la primera oreja de la tarde. Poco pudo hacer con su segundo, el toro más deslucido del festejo. Manso, sin emplearse en ningún momento, saliendo suelto de las suertes... Dos molinetes aprovechando la inercia en toriles parecieron levantar los ánimos. Mató de una estocada y curiosamente hubo leve petición. No hubo oreja, claro.