Es técnico en Farmacia y asume con gloria y gran honor su madrinazgo en Fadrell en su primer año en el seno de la comisión. Podría decirse que llegar y besar el santo, pero lo cierto es que Lidia García Beltrán se ha granjeado la amistad y el cariño de la gaiata 2 en un «sueño hecho realidad», como era ostentar el madrinazgo de una de las comisiones históricas del Castellón magdalenero. Tiene 30 años y una ilusión desbordante por lucir las galas de castellonera que le llevarán este sábado a recibir la banda de gaiatera en su máximo cargo. De las fiestas mayores subraya el «Desfile de Gaiates y la Ofrenda de Flores a la Mare de Déu del Lledó» como sus actos favoritos dentro de la semana grande de la ciudad.

Tiene su opinión rotunda sobre la falta de juventud en las gaiatas: «A la gente joven le gusta más el salir de fiesta y no involucrarse en obligaciones».

De signo zodiacal Escorpio, entre sus aficiones destaca «jugar al ordenador y el mundo friki». Sin embargo, su verdadera pasión ahora es la gaiata. «Son estupendos, con una variedad de edades y me han recibido genial». Recuerda la semana pasada, cuando realizó la Ofrenda de la Gestora, y que en 7 días iba a protagonizar ella la próxima presentación del Palau de la Festa. «Pensé, ¡uff!, que esto ya llega, y parecía que estaba lejos», asegura emocionada. Sobre el acto de la proclamación, «seguro que será espectacular».

Como madrina de Fadrell lanza un mensaje a los vecinos para que se integren en la comisión. «Uniros al mundo de la fiesta, vale la pena y se conoce a mucha gente», destaca Lidia con el corazón y las ganas inmensas de poder disfrutar de un maravilloso año en su madrinazgo.

Respecto a la falda que lucirá en su gala ceremonial relata que es un color muy especial, difícil de describir. «Es la colcha de mi abuela», cuenta la madrina de la gaiata 2 en la que los sentimientos magdaleneros y familiares se confunden en una generación de emociones de gran calado.

Y es que, este sábado, todo comienza. Es el alfa dentro de una aventura sagrada y magdalenera de compromiso con el tercer domingo de Cuaresma.