Decía Heráclito, apodado el Oscuro, que «la verdad gusta de ocultarse». Y Machado, don Manuel, poeta y filósofo, en boca de su heterónimo Juan de Mairena, alertaba sobre aquello de ¿Tú verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela… Y no hablemos de Agamenón y su porquero, también citado por el poeta: La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero, a lo que responde el primero: Conforme. Y añade el porquero: No me convence. La verdad, añadimos, no depende de quién la diga. La verdad es verdadera, aunque suene -y sea- una tautología, una repetición innecesaria. Sería tarea prolija reducir a un común denominador los distintos conceptos de verdad. De ahí que algunos hayan insistido en aquello de la verdad del poder y el poder de la verdad, que a más de uno puede beneficiar. Jorge Larrosa, compañero y amigo, desarrolló una interesante ponencia sobre este tema en un congreso de Filosofía.

Dice el proverbio, ya viejo, que «mucho mienten los poetas» si bien no solo ellos, pues muy cerca de la verdad revolotea la mentira. Y aunque esta sea tan antigua como aquella, sigue vigente su presencia en nuestros días. ¿Recuerdan la desgraciada frase de aquel innombrable nazi?: Una mentira mil veces repetida se convierte en verdad. ¿Y qué podemos hacer? Volver al sentido originario: la verdad como descubrimiento, y educar a un ser humano que no se deje engañar. ¡Ojo avizor!

*Profesor