Será por el cansancio acumulado colectivamente o porque el abismo ha hecho mella en las partes, especialmente en el bloque independentista, pero lo cierto es que de manera más o menos planificada ayer la tensión no siguió subiendo, aunque tampoco bajó ni nadie desanduvo el camino. Por un lado, la decisión de la fiscalía de no solicitar medidas cautelares de prisión para los cuatro acusados de sedición nos ha librado de una nueva ola de manifestaciones en la calle. De igual manera que la carta hecha pública por algunos de los policías que participaron en el operativo del 1-O y las consideraciones del delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo, para con los afectados por la actuación de los cuerpos de seguridad han sido balsámicas entre los ciudadanos que, sin cuestionar la legitimidad del Estado, estaban inquietos por la proporcionalidad. También desde el lado independentista se dieron señales menos dramáticas. Todo indica que el president Puigdemont ha buscado cómo comparecer en el Parlament sin volver a desobedecer al Tribunal Constitucional, al menos de manera previa a su intervención.

Con todo, lo realmente relevante es el debate abierto y en abierto que se ha puesto en marcha dentro del mismo independentismo. El conseller Santi Vila ya defiende sin tapujos una modulación en el tiempo de la declaración unilateral de independencia (DUI), e incluso un referente de este mundo como es Artur Mas ya acepta las dificultades de «hacer efectiva la independencia». No será fácil para Puigdemont salir de este atolladero, por lo cual no hay que descartar la DUI en ningún caso, pero es evidente que, excepto la CUP en sus declaraciones públicas, nadie lo ve absolutamente claro, hay grados diversos de vértigo. Y nadie tampoco en ese mundo ha ofrecido hasta ahora una alternativa indiscutible que no desilusione a sus héroes del 1-O ni les debilite en una hipotética negociación o mediación.

La presión, con todo, no es solo interna. Ayer Caixabank tomó definitivamente la decisión de trasladar su sede social a València y Gas Natural hizo lo propio a Madrid. La realidad y el Estado de derecho --ayer mismo se amplió la acusación a Josep Lluís Trapero por el 1-O-- se imponen de manera lenta pero inexorable y el independentismo ha de elegir entre salvar los muebles o bien dar otro salto adelante hacia ninguna parte.