Cualquier día se cumplirán 50 años desde mi incorporación veraniega, familiar, a la playa de la Almadraba, en Benicàssim. Por eso me parece tan lejano aquel verano en el que los bañistas vimos aparecer, con su mástil correspondiente, no solamente las banderitas de aviso, verde, amarillo y rojo, sino también las banderas naturales, al igual que ocurrió en la capital y otras playas del litoral, incluida la letra Q de calidad turística. Los comentarios que eso suscitó entre los asiduos, venían a resumir la conclusión de que todo estaba en orden, de que la autoridad municipal cumplía con todos los servicios para quienes hacían uso de la playa.

Nuestro periódico y otros medios informativos fueron haciéndose eco del suceso y todo se fue convirtiendo en normal, incluidas aquellas parcelitas que se reservaban para los minusválidos y que se bautizaron como ‘playas accesibles’, además de las torretas que se iban levantando para situar en lugar apropiado a los vigilantes, acompañados casi siempre por el signo de la Cruz Roja. Y cerca de ellos, una serie de casetas a modo de dependencias de las clínicas socorristas. Poco a poco, nos fuimos enterando de que aquella novedad estaba provocada por los primeros tiempos en que aparecían por nuestras playas los turistas, nacionales o extranjeros. Y un nombre fue haciéndose familiar para los curiosos o enterados. Es el de la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (ADEAC), dependiente de la Federación Europea de Educación Ambiental, como instituciones encargadas de evaluar todos los servicios que se ofrecían a los bañistas y, consecuentemente, conceder el privilegio de las banderas azules. Y en alguno de los años de aquella primera época, fueron apareciendo también, dispersas por todo el litoral, las duchas y los Lavapiés. Recuerdo que nuestras excursiones por la cornisa litoral, nos demostraron que tal vez Alcossebre fuera el primer enclave de todos los servicios, lugar pionero en incorporar el sendero válido, aprovechando las dunas de su playa.

Ahora llega la época de la aparición de surtidores de agua dulce y carácter familiar, con calas naturales en alguna zona, así como los sectores destinados al baño de animales domésticos.

No es ajena a esta aparición de signos informativos, al deslumbramiento que fueron produciendo las bibliotecas del mar, con libros y prensa diaria.

El espectáculo lo ofrece también la nueva moto acuática de los socorristas, con la obligatoriedad ahora de la incorporación de una enfermera entre los socorristas, además de una ambulancia. El catálogo de servicios se amplía con varios puntos de alquiler de hamacas, patinetes y atracciones acuáticas, con un jefe de playa.

Aquí en Benicàssim, el litoral marino ha sido agraciado con cinco banderas azules levantadas en las zonas del Voramar, Almadraba, Torre de San Vicente, Els Terrers y Heliópolis, que enlazan ya con las tres de Castellón, El Pinar, Gurugú y Serradal. La provincia completa la cifra de 33 banderas azules, con que hemos sido agraciados. H