Quizás alguien pueda pensar ¿qué hace alguien de Castellón hablando de Venezuela? ¿Qué tendrá que decir la provincia de Castellón sobre estos temas?

Pues a quien piense eso, yo le digo ¡mucho! Mucho, porque muchos son los venezolanos que viven en nuestra provincia. Porque en los últimos tres años la población venezolana de la provincia de Castellón se ha multiplicado por tres. Tres mil personas que han tenido que abandonar su país huyendo del terror político, de la opresión y también de la escasez y miseria provocada por las políticas suicidas de los líderes populistas bolivarianos.

No podemos callarnos, no debemos callarnos.

Los demócratas somos lo que defendemos. Somos los acentos de luz que ponemos en aquello en lo que creemos.

En política nos definen tanto nuestros amigos como nuestros enemigos. Hacer política es, entre otras cosas, explicar a favor y en contra de qué estamos y por qué.

Como castellonense y como demócrata me siento orgulloso de que, en tiempos de ambigüedades y de tibiezas, luchemos por ayudar a recuperar la libertad y la democracia de nuestros hermanos venezolanos.

Me siento orgulloso porque el mensaje que le estamos enviando al mundo es que no todos los castellonenses se avergüenzan de la democracia y les ríen las gracias a los provocadores totalitarios.

Juan Guaidó es miembro de la Internacional Socialista, lo cual no impide que figuras tan alejadas en lo ideológico como Felipe González o José María Aznar, o dirigentes de diferentes partidos, como Pablo Casado, hayan unido esfuerzos y aparcado diferencias para poner altavoz al desafuero que está sufriendo el pueblo venezolano.

Pero tan importante es la presencia de quienes han querido unir sus voces por la libertad y la democracia en Venezuela, como sonora es la ausencia de aquellos autoproclamados «voz de la gente», los podemitas y sus marcas blancas, que no pierden ocasión en jalear a los gobiernos más liberticidas del orbe. Son gentuza que califican a quienes están luchando por la libertad, como delincuentes y golpistas. Nada nuevo. Son los mismos que calificaron de «preso político» a Arnaldo Otegi hace un par de años. No cabe más miseria moral.

Es maravilloso descubrir lo que significa la libertad, tanto política, como social y, sobre todo personal. Que los fines no justifican los medios sino exactamente lo contrario. Unos medios que implican el atropello, el abuso, la injusticia o el crimen no pueden conducir jamás a ningún fin bueno para la humanidad. Son una calamidad. Y la calamidad no se celebra.

El paraíso no es de este mundo. Y los que han intentado llevar el paraíso a Venezuela, lo que han llevado es el infierno. No hay soluciones simples para problemas complejos, esa mercancía averiada que tratan de vender los populistas.

*Vicepresidente de la Diputación