Querido/a lector/a, el lunes de la Pilarica, ese día que por soberbia llamábamos Día de la Raza y ahora de la Hispanidad, Mediterráneo publicaba una encuesta que decía que el 80% de los castellonenses deseaban que los partidos políticos establecieran pactos para resolver más rápido y mejor los problemas de nuestra sociedad. Razones que no me extrañan porque, el viernes anterior y bajo el título de Algo imprescindible , planteaba en este mismo rincón la necesidad de que las diferentes instituciones de la democracia llegasen a acuerdos para aprobar los presupuestos del 2021. Por cierto, entre otros argumentos señalaba que era la forma más eficaz de afrontar los retos que plantea el covid-19 y, también, de reconciliar la política con el ciudadano.

En todo caso, y más allá del voluntarismo, reconocía que el acuerdo no es fácil porque partido viene de parte y eso representa elegir unas y no otras prioridades. Además, a menudo los políticos se comportan como enemigos de la política y, encima, el poder político no es tan decisivo porque, cada día, cuenta menos ante el poder de la tecnología, del dinero y de los medios de comunicación. En última estancia, y esto dificulta más el acuerdo, la derecha española es autoritaria y parece que le beneficia más gestionar la intransigencia que la cesión. No obstante hay que intentarlo porque, para los humildes, la política y lo que representa, sigue siendo esencial en la medida que es el único poder al alcance de los que no tienen poder y, en consecuencia, el que le puede posibilitar seguir pensando en un horizonte emancipador o, si se prefiere, en algo parecido a la justicia social o al bien común. Aunque, para eso, hay que cambiar aspectos de la cultura política y entender que el otro existe, que política es y debe ser diálogo y el acuerdo no debe ser bajarse los pantalones. H

*Analista político