Muy señor nuestro:

Leída una crónica municipal, de hace un par de días, nos enteramos que la intención de cambiar nombres a las calles de la ciudad seguía adelante por parte de la Concejalía de Cultura y por los componentes de llevar a cabo la recuperación de la memoria histórica, ley aprobada en el Gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero.

Aparte de que ya se han detectado signos que recuerdan al franquismo para eliminarlos, sobre los que no vamos a expresar nuestra opinión, sí vamos a comentar, pues nos atañe, los cinco casos que se dejan para someterlos a estudio, a saber: calle de D. Vicente Altava Alegre, médico e investigador, trabajando e identificando para la ciencia el microorganismo que provoca la enfermedad de los arrozales, conocida como leptospirosis, enfermedad muy preocupante entre los labradores de los arrozales de Castellón, por sus terribles consecuencias, ya que deja graves secuelas, cuando no la muerte; plaza de D. Ángel Sánchez Gozalbo, médico analista y célebre humanista, cofundador de la Sociedad Castellonense de Cultura, de gran celebridad dentro y fuera de las fronteras ciudadanas; calle de D. Luis Revest Corzo, licenciado en Filosofía y Letras, catedrático de Latín y Griego en el Instituto Francisco Ribalta, abogado, del cuerpo nacional de archiveros y bibliotecarios, cronista de la ciudad y humanista erudito; avenida de D. José Clará Piñol, médico, que cedió un gran solar, campo de almendros, para la construcción del Hospital Provincial, del que fue alma y director; y calle de D. Manuel Segarra Ribés, nuestro padre, de profesión farmacéutico, autor de la versificación de La filla del Rei Barbut, libreto que aprovechó la compositora doña Matilde Salvador para componer su primera ópera en valenciano (1942 y 1943), creador de la cabalgata del Pregón en 1945, presidente del ilustre colegio de farmacéuticos de la provincia de Castellón, procurador de la antigua encomienda de Fadrell y Fadrí d’Or --que recibió a título póstumo, junto a sus amigos, el poeta Bernat Artola Tomás y el maestro José García, autor de Rollo i Canya--.

Al cumplirse el cincuentenario de la cabalgata del Pregón, se erigió un monolito en su memoria, que se situó en la plaza de Cardona Vives, tan solo a escasos pasos de la calle Mayor.

El «gran delito» que cometieron estos básicos pilares de la cultura castellonense fue el ser concejales de nuestro Ayuntamiento en los primeros tiempos de la posguerra.

Ciñendo nuestro comentario en la figura de nuestro padre, Manuel Segarra Ribés, hemos de recordar que fue primer teniente de alcalde en el Ayuntamiento de su ciudad, en 1948. Con la aparición de la ley de Reforma de la Administración Local de otoño de ese año, se establecían tres tercios: Familiar, Sindical y Profesional o de Actividades. Nuestro padre presentó su candidatura a concejal por el Tercio Familiar, donde la ciudadanía votaba, resultando elegido y ganador en la votación por un número de votos superior al segundo candidato. En condiciones normales de no ser elegido «a dedo», por el gobernador civil de la provincia, el alcalde de la ciudad, él hubiese ocupado ese cargo, pues así fue la voluntad popular en aquellas fechas. No conocemos ningún otro desempeño político de nuestro progenitor.

La concesión de una calle a su nombre no fue por esta causa antes citada, ni mucho menos. Fue porque entre «sus amores» la pasión por su Castellón natal era su bandera. Se designó con el rótulo calle Segarra Ribés, don Manuel, farmacéutico, lo que era el comienzo del viejo camino de San José, siendo alcalde en este tiempo D. Francisco Luis Granjel Mascarós. En el acta de concesión de calle, se especifica su gran amor a su ciudad natal, su «castellonerismo» integral; su contribución al lanzamiento de las renovadas fiestas de la Magdalena en 1945, la creación de su cabalgata del Pregón y su carisma ciudadano y profesional.

Ese y no otro fue el «gran pecado» de nuestro padre. Querer por encima de todo a Castellón, a quien entregó muchas, muchísimas horas de su vida, robándolas a su familia y a su tiempo de ocio.

Por eso, nos causó verdadera sorpresa que se pusiese en la picota la calle de nuestro padre, que en vida se hizo acreedor a este honor y tal vez de alguno más.

Se podrá quitar el título de la calle, pero nunca jamás se podrá borrar su memoria como gran «castellonero» que fue, pues su nombre aparece una y otra vez, en periódicos locales y revistas festivas. Como hijos, creemos haber cumplido con nuestro deber de levantar la voz en defensa de la obra de D. Manuel Segarra Ribés.

Agradeciendo de antemano la publicación de esta carta, reciba sr. director del diario Mediterráneo, nuestro sincero agradecimiento.

Enrique Segarra Segarra (DNI: 18711548J)

Juan Bta. Segarra Segarra (DNI: 18884689X)