Adentrados ya en la fase 3, el coronavirus parece cada vez más una pesadilla que jamás existió. Ya no vemos imágenes de colapsos en urgencias, residencias atacadas por el virus, colas kilométricas en supermercados, vida en los balcones o aplausos para los profesionales sanitarios.

Pero no, nada más lejos de la realidad. El covid-19 sigue ahí fuera y seguirá hasta que encontremos una terapia y una vacuna que cure este maldito virus.

Por lo pronto, desconocemos el número real de fallecidos. Como si se tratara de una tómbola, el número varía en función de la fuente y del momento. Ni con la muerte son capaces algunos de ponerse de acuerdo. Qué triste y qué lamentable para todas las familias que han perdido un ser querido durante estos meses. No solo no han podido despedirse de ellos, sino que encima ven cómo les tratan como un simple número que suma o resta según convenga a cada cual. Y es que mucho me temo que nunca sabremos la cifra real de muertos por esta pandemia, muy a mi pesar y al de la mayoría de ciudadanos.

Ellos son la cara B de esta tragedia. Al igual que lo son los miles y miles de españoles que han perdido su negocio o que están continuamente en un ay porque pueden ser despedidos en cualquier momento.

También el personal sanitario. Esos facultativos a los que aplaudíamos con fervor su valentía y su trabajo durante los días más duros de la pandemia. Y, ¿ahora qué? ¿Qué hay después de esos aplausos? Pues más de lo mismo, recortes y falta de medios.

En la nueva normalidad nada ha cambiado, en todo caso, empeorado. Los pacientes por covid-19 ya no se acumulan en urgencias o en los pasillos, pero sí lo hacen en las listas de espera para ser operados o visitados por un especialista. Pacientes para los que a veces un día más o un día menos puede ser clave en su vida.

Sin embargo, de esta vieja-nueva realidad que vuelve a asomarse en los hospitales o centros de atención primaria nadie habla. El silencio roto solo por los aplausos, es otra vez únicamente eso, silencio. Hasta la próxima urgencia o pandemia, que ojalá no ocurra, pero que evidentemente puede pasar. Como se suele decir, solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.

La provincia de Castellón ostenta el récord de la Comunitat Valenciana en espera. 215 días en el Hospital Provincial o 165 en el Hospital General. Una auténtica barbaridad y una vergüenza para quienes presumen de garantizar y velar por una sanidad pública y de calidad.

A las largas listas de espera se suman otras cuentas pendientes como la reforma de las urgencias del Hospital General, aplazada ahora para 2021, o el edificio oncológico del Hospital Provincial que lleva siendo una promesa demasiado tiempo.

Todo esto y más es lo que debemos reivindicar ahora que las luces se apagan y el foco se centra en las terrazas, las playas o el turismo. En esa era post-coronavirus tras más de tres meses de confinamiento y estado de alarma no podemos olvidarnos de quienes sustentan uno de los pilares de nuestro Estado de Bienestar y tampoco de quienes más han sufrido con el coronavirus.

Trabajemos por convertir esa cara B en la cara A.

*Portavoz de Ciudadanos en la Diputación de Castellón