Harto conocido es el mito de la Caverna, de Platón , en el que unos hombres encadenados confunden la realidad con las sombras que se proyectan desde el exterior, y que no son más que eso, sombras. Son las personas que están atadas a sus percepciones, presas del mundo de las apariencias, que necesitan liberarse de tales ataduras para conocer debidamente. ¿No le suena al lector esta actualidad?

Discursos y actuaciones, ideologías intencionadas dentro de la caverna, nos muestran, a veces, sombras engañosas cuya apariencia nos aparta del conocimiento verdadero. La alegoría platónica se erige como una guía para sacar de la ignorancia a los confundidos o perplejos de las tinieblas en que se mueven.

Esto me recuerda a la moderna psicología en la que, en virtud de lo que llaman pregnancia existencial, los sujetos pretenden ver figuras totalmente inexistentes, sombras. Es lo que se conoce como problema de los nueve puntos que propone unirlos con cuatro líneas sin levantar el lápiz del papel.

Lo normal es que el sujeto piense en el cuadrado que parece representar la alineación de los puntos. La solución: prescindir del supuesto marco (el cuadrado). Son estereotipos que impiden la solución. También en la vida cotidiana nos dejamos llevar por estas apariencias y seguimos caminos equívocos. De nuevo, repetimos, cabe esforzarnos en separar el grano de la paja, el trigo de la cizaña y no dejarnos sorprender por caminos interesados en muchas ocasiones. Y, como decía Mafalda, hay mucha gente interesada, pero no interesante. H

*Escritor