Resulta imposible desasirse de la actualidad política única que ayer ofreció el espectáculo más triste que yo recuerde en casi treinta años de profesión. Aunque sea desde la periferia y a través de la televisión, la radio e internet o con testimonios de socialistas dolidos y con lágrimas en los ojos que, perplejos, asistían a un esperpento similar a una asamblea de estudiantes de Secundaria donde acuden chavales que no saben ni siquiera qué van a decidir, debatir o votar, nadie con un mínimo sentido colectivo de la convivencia política puede mantenerse al margen. Se comulguen con sus ideas o no, se esté de acuerdo o no con el resultado acontecido tras la eterna jornada de luchas reglamentarias y procedimentales que escondían las posturas políticas sucedida ayer en Ferraz.

El hecho de que uno de los principales partidos que han colaborado a construir nuestra actual democracia, el PSOE, descendiera al abismo del guirigay, de la división total, de la ruptura de cualquier argumento y de la imposibilidad del más nimio de los acuerdos, ni siquiera para construir una sistemática de asamblea o una norma de reunión, no puede mantener impasible a nadie. Máxime cuando el espectáculo entró en unos derroteros donde la guerra por el poder, a pesar de escudarse en su nombre, no tuvo en cuenta a los miles de militantes y simpatizantes o a los millones de votantes socialistas repartidos por todos los territorios de nuestro país que les han respaldado o trabajado desde el anonimato para confiar en la estructura que ahora les ha fallado por completo y que incluso ha provocado, tras la estupefacción, su división política, ideológica o pasional, en los mismos bandos orgánicos que su máximo órgano de representación entre congresos, el Comité Federal, evidenció ayer a pesar de la solución final.

Las causas de la crisis son múltiples e interpretables y desde la humildad analítica más simple, todos las intuimos y con más o menos incidencia valorativa, las conocemos. Crisis de la socialdemocracia en general y falta de regeneración o adaptación de valores e ideas a la nueva realidad surgida de la crisis económica más profunda; concatenación de resultados electorales malos y progresivamente a peor; ocupación del espacio tradicional de la izquierda por otros actores, en este caso por parte de Podemos, diferencias radicales en la estrategia de conformación de pactos para la investidura, para la conformación de un gobierno o ante la celebración de unas terceras elecciones; diferencias internas y orgánicas abrumadoras imposibles de coser por meros formulismos estatutarios… y una dinámica política endiablada precipitada en los últimos tiempos hasta llegar al día de ayer.

Pero con estas líneas lo que pretendo es invitarles a reflexionar en las consecuencias y en el largo periodo que se avecina para enhebrar lo descosido, independientemente de que cada uno sea votante socialista o no, o esté de acuerdo o en desacuerdo con el resultado. Más allá de la obligada dimisión de Pedro Sánchez y de la constitución de una gestora, el roto en el que ha desembocado el socialismo español con los últimos acontecimientos se intuye y se evidencia más profundo y el tsunami posterior va a afectar a todos los órdenes, máxime en un partido donde las digestiones ideológicas, orgánicas y políticas siempre son complicadas y un partido que participa extensamente en las estructuras de los diferentes poderes de nuestro país.

Lo más inmediato, la gobernabilidad de España, va a ser la primera, pero la concatenación de consecuencias también influirá en los pactos regionales y municipales de gobernabilidad y en los mismos equilibrios de poder interno del propio partido en todos los escalafones. Desde la agrupación local más pequeña hasta las ejecutivas provinciales y regionales. El complicado proceso orgánico que deberá abrirse a partir de ahora así lo augura. Y lo más importante, la crisis socialista afectará al futuro inmediato de nuestro sistema político dada la importancia del espacio que ocupa el PSOE en el mismo. La coyuntura nueva del ámbito de la izquierda, más desequilibrada ahora por la crisis socialista y la previsible recuperación de Podemos originada por la misma, así lo antecede.

Lo que los responsables y militantes socialistas deberán tener en cuenta, cada uno en su ámbito y en su responsabilidad, desde el más reducido hasta la más amplia, es que sus decisiones, el devenir de su partido, no es patrimonio exclusivo de ellos. Su destino condiciona al conjunto de la sociedad española por su transcendencia importancia en el gran juego político. Su redefinición ideológica, su estrategia política, su papel en la izquierda y todas las circunstancias que quieran enumerar, son necesidades básicas para la democracia española, como la reflexión y definición de la socialdemocracia es fundamental para Europa. * Director del Periódico Mediterráneo