Querido/a lector/a, una vez más hemos celebrado el 6 de diciembre y hemos vuelto a hablar de la Constitución Española. Aunque, por esta vez, los comentarios sobre la Constitución del 78 no han venido determinados por su aniversario sino, sobre todo, por algo más serio y urgente a tener en cuenta. Me refiero a la necesidad, después de 40 años, de reformarla para adaptarla a los cambios sociales y mantenerla como un instrumento jurídico útil para la convivencia democrática.

Es tan evidente y necesaria la exigencia de reforma de la Constitución, que no es una aspiración minoritaria: está en todos las declaraciones, del conjunto de las organizaciones políticas sociales y económicas que vertebran la sociedad española y configuran y representan la opinión pública. Además, por si alguien no tiene claro la necesidad y la orientación de la reforma, se puede señalar que la realidad de la crisis económica y la urgencia de nuevos derechos para rescatar personas, la historia de la mala financiación autonómica y el asunto de Cataluña, la prioridad de una democracia mas avanzada que asegure mas participación ciudadana ante los nuevos retos, la ampliación de los valores sobre los que se edifica nuestro ordenamiento jurídico, etc., la ponen de actualidad y la reclaman.

Por cierto, en el entorno de las democracias de la UE, la reforma de las constituciones es algo habitual. El problema en España es que nuestra derecha es menos democrática que la europea. Más que conservadores, son inmovilistas. Y es que, un conservador, siempre cambia algo aunque sea para conservar. Pero los del PP, quienes controlan a la derecha política, han demostrado en más de una ocasión que son inmovilistas hasta el extremo del fracaso o de dificultar la convivencia y el progreso. Tanto que, ayer, querían un franquismo eterno y, hoy, quieren mantener secuestrada e intocable la Constitución de todos.

*Analista político