Cuando Vox rebuzna, Pablo Casado cacarea y luego los fachas del barrio de Salamanca deciden hacer la revolución regresiva. Esto es así. Llevan varios días con cacerolas, banderas de España (que para ellos es la suya y solo suya) y gritos a favor de Franco y de la libertad (sic). Se manifiestan en Madrid, saltándose el confinamiento y la advertencia institucional de que las concentraciones vulneran el estado de alarma.

Su barrio es un feudo electoral del PP y de Vox, y el virus les importa poco. Les aglutina el odio a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias muy por encima del miedo al covid. Eso sí, no mantienen las distancias, pero llevan mascarillas bicolores. Se ve que de la Santísima Trinidad ya no se fían del todo. Son novios de la muerte, pero con la puntita nada más.

La mayor parte de gente del barrio no está de acuerdo con la revuelta y conmina a los alzados a que se vayan a casa y se dejen de zarandajas. Pero los del Tercio callejero (aun sin cabra como mascota) dicen que «el virus de verdad es el coletas y su panfleto comunista» y llevan fotos de Sánchez con el lema «Encerrados sois libres».

Algunos de los brigadistas cayetanos van uniformados con el distintivo fachaleco. Un señor golpea una señal de stop al grito de «dimisión del Gobierno socialcomunistachachavista». La derecha lo peta en YouTube como si fuera una serie de zombis desafiantes y farrucos, y la policía deambula y poco más. Una señorona grita: «Ya tenemos vooooz».

La prolongación del estado de alarma aglutina extraños compañeros de cama. Se abstiene Casado, y votan que no Gabriel Rufián, Vox y Junts per Catalunya. Seguramente todos ellos nos dirían: «No es el virus, estúpidos, es la política».

*Periodista