Desde que llegó a la Moncloa, mucho antes de que estuvieran en juego los Presupuestos, Pedro Sánchez expresó su voluntad de emprender un diálogo con la Generalitat catalana que acabara con el bloqueo entre dos gobiernos que no se hablaban y abordara el problema político de Cataluña. En seis meses ha habido dos reuniones entre los presidentes del Gobierno y de la Generalitat, el último el mantenido en Pedralbes en diciembre, que levantó una polvareda por la firma de un comunicado conjunto en el que la oposición de derechas quiso ver concesiones de lenguaje y de formato de la reunión a los independentistas. El siguiente contacto se produjo ayer en Madrid, en una reunión de tres horas entre la vicepresidenta Carmen Calvo, su homólogo Pere Aragonès y la consellera Elsa Artadi, y el diálogo parece que empieza a dar frutos con el acuerdo de crear dos mesas, una institucional --en realidad, es el espacio de las comisiones bilaterales-- y otra de partidos.

La creación de la mesa de partidos es una iniciativa necesaria, porque la solución al callejón sin salida en que ha derivado el procés soberanista tendrá que ser hallada, más incluso que por los gobiernos, por las fuerzas políticas. La Moncloa entiende que esta mesa debe estar constituida por los partidos catalanes --los mismos que casi no se hablan en el Parlament--, mientras que el Gobierno catalán la presenta como la aceptación de la condición de Carles Puigdemont para avanzar en la aprobación de los Presupuestos. Sea como sea, lo cierto es que algo se mueve en el estancado panorama político para que los partidos independentistas no solo permitan la tramitación de las cuentas del Estado, sino incluso que puedan dar su voto favorable.