Todas las fuerzas políticas estamos de acuerdo en el diagnóstico y parece que también lo estemos en la terapia, pero a la hora de su aplicación volvemos a la consabida normalidad: ramplona, tosca, recurrente y cargada de los vicios de siempre. Hay una total unanimidad en los actores políticos a la hora de definir la situación en la que estamos como verdaderamente excepcional, única, alarmante, singular, sin precedentes, y hay también acuerdo a la hora de establecer que para enfrentar y superar esta situación hace falta «unidad», «moderación», «estabilidad», «consenso», «cogobernanza». Feijóo , el presidente gallego, lo reiteró en su toma de posesión delante de Pablo Casado .

Todo claro y todo perfecto. Pues bien, a la hora de desarrollar esos «principios normativos de la razón práctica», nada de nada, la memoria se desvanece, los principios decaen y volvemos a los dimes y diretes de siempre: «que si está Podemos, yo no hablo», «que si está Ciudadanos, no contéis conmigo». Y la contradicción performativa que tanto descrédito da a los políticos, alcanza otra vez su máxima expresión. Hacemos en la práctica (acción- perfomance), lo contrario de lo que decimos en la teoría, en los discursos y comparecencias públicas. Y si nada cambia, los presupuestos, con todos los fondos europeos pendientes, habrán de esperar. Y eso sabiendo que hacen más falta que nunca y hemos convenido que vivimos una situación de verdadera excepcionalidad.

*Presidente de la Diputación de Castellón