El Evangelio de este XV Domingo del Tiempo Ordinario (Marcos 6,7-13) nos recuerda la escena en que Jesús llamó a los doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Este pasaje nos permite recordar algunos rasgos fundamentales que caracterizan a un cristiano y a una comunidad cristiana.

El cristiano se sabe, como los apóstoles, llamado por Jesucristo a estar con él y seguirle para ponerse en camino con él y como él. El cristiano es enviado por Cristo como instrumento suyo. Quien conoce, cree, ama y sigue a Jesucristo, se convierte en su portavoz y testigo. Ha de dar cuenta no de sí mismo sino del que le envía, Cristo, a quien ha de anunciar y trasparentar.

Jesús dio a sus apóstoles autoridad sobre los espíritus inmundos, es decir, para actuar contra las fuerzas del mal. Cada generación y cada tiempo tiene sus propios demonios, sus males y esclavitudes que parecen insalvables. El endemoniado es el que está condenado a su esclavitud, y el enfermo lo está a la postración, a verse marginado y a sentirse inútil, sin sentido. Desde la fe en Jesucristo vencedor del mal, del pecado y de la muerte, hemos de ofrecer una palabra y un gesto de liberación que levante y resucite al vencido, al que vive como muerto.

Como los apóstoles, el cristiano y la comunidad cristiana han de vivir la misión en la austeridad y con la sencillez del caminante que lleva lo justo y no busca instalarse. Confía en la providencia del Padre que envía, pero también en el amor fraterno que acoge y comparte. Comparte lo que tiene cuando recibe a aquél que viene de parte de Dios con un mensaje de paz y de salvación.

Como los apóstoles entonces, todo cristiano y toda comunidad cristiana estamos invitados a salir y ponernos en camino. Que la Virgen del Carmen, la Stella Maris, nos guíe y proteja en la tarea del anuncio del Evangelio.

*Obispo de Segorbe-Castellón