Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) arrojan buenas noticias: el paro ha cerrado el 2019 en España con una tasa del 13,8% --el mejor registro en la EPA desde el 2008, cuando empezó la crisis económica-- y el número de ocupados creció en más de 400.000. Es un resultado meritorio, que desmiente que España no pueda crear empleo si su economía crece por debajo del 2%, y que cabe analizar en el contexto de la suma de elementos que confluyen en la evolución de la ocupación: el ciclo económico ya no está en plena expansión, la subida del 22% del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) no es, a priori, un estímulo positivo, el contexto internacional está muy movido y hemos vivido un año de parálisis política con dos elecciones. Aun así, se ha creado empleo y la tasa de paro se ha estabilizado, lo cual debe ser considerado un indicador de la fortaleza de la economía española. Con todo, siempre es posible mejorar. El paro está en los mismos niveles que en el momento álgido del anterior ciclo económico, lo que plantea hasta qué punto tiene elementos estructurales.

El paro también se ha reducido en la provincia de Castellón, con 1.100 empleos más. No obstante, las noticias no son tan buenas en el último trimestre, en el que se han destruido 7.000 puestos de trabajo. La desaceleración es evidente y hay que estar en alerta en este 2020.

Puestos en esta tesitura, los primeros pasos de la nueva legislatura abren nuevos horizontes. La concertación social se ha abierto paso pese a la fragilidad del Gobierno y la sobreactuación de la oposición. En este contexto, la patronal se ha mostrado pragmática y no le ha temblado el pulso para pactar una nueva subida del SMI, mucho menor de la que pedían los sindicatos. A su manera, ha apostado por explorar las posibilidades de este Gobierno de coalición para llevar a cabo reformas de mayor calado que, en última instancia, deberían abordar esos elementos estructurales que provocan que, tras años de crecimiento económico, la creación de empleo se estanque en una tasa de casi el 14%, muy alta en la zona euro.

Seguramente, no hay una sola causa de este fenómeno. Entre otros temas, habrá que ver qué otros costes atenazan a las empresas para que tengan que basar su competitividad en los bajos salarios y en la precariedad de los trabajadores; si los sistemas de formación profesional y de formación ocupacional ayudan a esos parados de larga duración a salir adelante; y por qué la innovación y el desarrollo no dan como fruto actividades con mayor valor añadido que generen más y mejor ocupación. Si el clima social es favorable al acuerdo, tanto empresarios como trabajadores pueden llevar a la mesa todo lo que les preocupa a unos y a otros.

Junto a estos retos a largo plazo, el más inmediato es mantener el empleo que se ha creado cuando las perspectivas de crecimiento del PIB no son muy optimistas, el panorama internacional no se aclara, se precipita el brexit y el Gobierno debe cumplir compromisos como la reforma laboral. El empleo en España no se puede permitir pasos en falso porque todos sabemos que el paro es un tsunami que dispara otros indicadores: mayor morosidad, más el déficit público o caída del consumo por parte de la población. Lo mejor del escenario actual es haber revertido la caída brutal después del 2008 y el regreso a la mesa de la concertación social.