Hace algún tiempo visité a un buen amigo y colega filósofo en un país próximo al nuestro y en el portal de su casa avisté un letrero con su nombre seguido de un rótulo profesional: Asesor filosófico. Sorprendido le pedí detalles. Y me los dio.

Empezó con una cita de Khrisnamurti: «Sin conocerse a uno mismo no hay posibilidad real de investigar qué es lo verdadero». Esto, continuó mi amigo, es lo que pretende el asesor filosófico: un acompañamiento en el trabajo de autoconocimiento, que trata de alcanzar una vida más plena y profundizar en el conocimiento de quiénes somos. Para ello el diálogo parece ser el medio más idóneo en el autoconocimiento tendente a vivir una vida verdadera. Y a ello contribuye el asesor filosófico con su ayuda.

Ahora, por mor de la peste que sufrimos, necesitamos meditar no solo sobre la vida cotidiana sino sobre cuestiones más profundas. Esta experiencia va a trascender la cotidianidad e internarse en la pérdida de sentido y en la motivación para seguir viviendo frente a la realidad. Va afectar a nuestro sistema de valores, al conocimiento de sí mismo y a las relaciones interpersonales.

Creo que, con ayuda o sin ella, tanto desde la razón como desde la fe, la problemática surgida ahora con la pandemia del covid-19 nos impele a replantear nuestra vida posvirus porque, como decía Sócrates, «una vida sin reflexión no merece ser vivida».

*Profesor