Hace unas semanas participé en una tertulia radiofónica junto a una concejala del PSOE. Cuando le plantee que era inaceptable que Pedro Sánchez se hubiera negado a dialogar con el PP --hasta en 17 ocasiones el no fue su respuesta-- me dijo que lo normal era dialogar con Podemos porque “somos de izquierdas”.

¿Sería posible que si en España hubiera un partido de extrema derecha, un partido nazi o fascista, el PP se viera en la obligación de pactar con ellos antes que con el PSOE?

Es posible que gran parte de la crisis política que está viviendo el PSOE --en caída libre en las encuestas-- se deba fundamentalmente a la empanada ideológica que desde Zapatero ha arrasado con uno de los puntales en los que se asienta la política española: la socialdemocracia.

La Alemania de entreguerras, se vio abocada al totalitarismo por varios factores: la humillación por parte de las potencias vencedoras y la afluencia masiva de judíos procedentes del este de Europa, gente humilde acostumbrada a ganar salarios más bajos que el proletariado alemán tradicional.

Con la República de Weimar en crisis económica y social, el nazismo encontró el caldo de cultivo que explica la sustitución de la democracia por el totalitarismo. Los oradores nazis, con aguda demagogia, alimentaron los resentimientos del pueblo alemán. Acusaban a la República de estar corrompida y a las naciones extranjeras de esclavizarla. Los partidos tradicionales estaban todos manchados por el sistema y Alemania debía poner sus miras en nuevos hombres para recuperar su lugar. La extrema izquierda y la extrema derecha suelen tener un recetario teñido de radicalismo que siempre va asociado a un fuerte discurso de odio y desprecio por la política tradicional. Acusan a los políticos de ser una banda de vividores que chupan la sangre de la Nación y del pueblo.

Por eso me asombra la miopía de los socialistas. El riesgo que corremos los españoles --y europeos-- no es el de salir más pronto o más tarde de la crisis.

El riesgo que corremos es que una sociedad decepcionada pueda verse arrastrada a una espiral de locura colectiva liderada por infames personajes salidos de un gulag soviético o de un campamento de las juventudes hitlerianas.

Si Sánchez se siente próximo a los neocomunistas de Podemos y piensa que se encuentra en un bloque antagónico al PP, sin tener en cuenta que a socialistas y populares nos une el racionalismo ilustrado y el liberalismo político, entonces es normal que esté a punto de ser arrollado por el tren de la historia y por el de su propia ceguera política. H

*Vicepresidente de la Diputación de Castellón