Querido lector, decía un ciudadano que el PSOE lo tiene mal porque, últimamente, es un gallinero. Es decir, sus problemas y desavenencias internas hacen demasiado ruido.

La verdad es que tal afirmación tiene algo de razón. Cualquier organización social, para ser eficiente y convincente, necesita actuar y dar la imagen de ser como una piña. Es lo que en política se suele llamar la apariencia de unidad de objetivos y de acción. Cuestión vital porque suele ser uno de los baremos que utiliza el votante para medir la credibilidad y solvencia de cualquier organización y de sus propuestas.

En todo caso, que quede claro que solo hablo de unidad de objetivos y de acción pero no de pensamiento. Por lo tanto, que nadie crea que postulo la solución de taponar bocas o esconder posiciones en el interior del partido. Nada de eso. Todos sabemos que la política es un hecho interdependiente y público. Es más, si se quiere que las posiciones políticas no pierdan vitalidad y sean fecundas, deben avanzar en el desarrollo colectivo y evitar la “reductio ad unum” o encerrarse en sí mismas. Necesitan tanto el contraste como abrirse a la cooperación de otras opiniones. Al final, lejos de cualquier fragmentación, por eficacia o por servicio público, cabe esforzarse en buscar la confederación de posiciones. Por lo tanto, no deben prohibirse las declaraciones de activos del PSOE, pero sí preocuparse por ellas y llamar a la prudencia porque lo contrario, lo que esta pasando ahora, es algo improductivo para el partido y la sociedad. Y es que, en plena campaña electoral y mientras los afiliados de un PSOE que pierde votos desde hace años necesitan sentirse útiles, redefinir y reforzar su papel de izquierdas, desalojar a la derecha corrupta y participar en la construcción de un gobierno que regenere la vida política y defienda el bien común, no parece razonable que emerjan los destacados militantes que estaban en la dirección del partido cuando todo empezó a ir cuesta abajo y, ahora, en vez de pedir que se vaya Rajoy y se abra un periodo de decencia y de justicia social en el gobierno, reclamen en coincidencia con el Ibex y los poderes fácticos que se deje gobernar a la derecha “por obligación moral”.

Querido lector, el ciudadano tenía algo de razón cuando hablaba del gallinero. Pero, el gallinero no es el problema: es el síntoma de que en un mundo nuevo como el actual, la socialdemocracia debe redefinir su espacio, políticas, alianzas, etc. si quiere estar y ser portadora de progreso y esperanza. Si quiere seguir siendo el partido mayoritario de la izquierda y, en consecuencia, el que tenga la obligación de vertebrar el futuro. H

*Experto en extranjería