La luna llena de Sant Joan aún ilumina deseos y conjuros. El fuego y el agua han absorbido, una vez más, aquello que oscurece los días. Pero no hay suficientes hogueras para purificar la realidad que asfixia, para tanta estrategia repulsiva, tanta ignominia. El mar que abraza nuestros sueños en el solsticio de verano es el mismo mar que, también en noches de luna llena, alumbra a miles de personas que huyen del terror en busca de otras realidades, en busca de un futuro mejor en Europa.

El mar que moja nuestros pies en la noche de Sant Joan es el mismo que vomita cuerpos sin vida. Hace unos días, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) denunciaba más de 2.000 muertos en el Mediterráneo este año, que se suman a la trágica cifra de más de 14.000 desde 2014. Personas que han perdido la vida en estas travesías para llegar a nuestros países, personas que embarcan en pequeños botes desde Libia, Marruecos, Turquía, Egipto, personas que sufren en sus países la guerra, la pobreza extrema, que sufren, además, la crueldad de traficantes y de las mafias, y que deciden salvarse atravesando la ruta migratoria más mortífera del mundo. Deberíamos exigir justicia y derechos, que se refuercen las operaciones de rescate y se busquen alternativas seguras para quienes quieren llegar a nuestro continente. Nuestros gobiernos deberían exigir estas condiciones y ejercer la justicia social, la decencia y defensa de los Derechos Humanos.

El director de la oenegé Activa Open Arms, Oscar Camps, nos cuenta cada día en las redes sociales las dimensiones del horror y también las historias de esperanza. El día 28 naufragó una embarcación con centenares de personas y Camps recuerda a decenas de niños solos, a esos niños que decidieron rescatar primero y que arrancaron de los brazos de sus madres muertas. Hoy priorizan el rescate de familias completas, «no puedes dejar a niños solos en esta Europa que no los cuida como debería». Son centenares los niños que han perdido la vida en esta ruta. ACNUR insiste en que tras cada naufragio de migrantes y refugiados mientras tratan de buscar protección en la Unión Europea, resuena el abandono, la falta de vías legales y seguras para llegar a Europa. Y todo sucede bajo el mismo sol del Mediterráneo en el que vivimos. El mar de la vida y de la muerte.

*Periodista