Después de tres meses de forzosa ausencia, motivada por la enfermedad que mortificó a mi mujer hasta apartarla de mi lado, regreso a Mediterráneo , impulsado por su recuerdo. Ella se ha ido, pero el amor permanece. Siempre ha estado a mi lado, o yo al suyo. Pero ahora la llevo dentro de mí y de ahí nunca saldrá, hasta que yo emprenda también el camino en pos de las estrellas. Un agresivo cáncer de pulmón con metástasis cerebral, fue la causa de su muerte. Contra la grave enfermedad lucharon, a brazo partido, los excelentes especialistas del IVO, y de los hospitales General y Provincial. Pese a las dificultades que en la actualidad tienen los profesionales sanitarios, su entrega fue tal que parecía que esos inconvenientes no existieran. Aunque que perdieron la batalla, no puedo olvidar el trato humano, la ciencia desplegada y las atenciones que paliaron las dolencias terminales de Marisa . La gratitud a los doctores, Sandiego , Ferrer y De las Peñas , es perpetua. A ella se une también la amorosa admiración que siento por mis hijos que, en todo momento, derrocharon ternura y eficacia en su quehacer y en sus cuidados, demostrando la devoción que siempre han sentido por su madre.

Marisa supo, desde el primer momento, que su vida tocaba a su fin. Y en esa conciencia, con admirable serenidad, pidió morir en casa, para poder estar rodeada de los suyos, dado que a causa del covid, solamente podía acompañarla una persona en su habitación hospitalaria. La atención cotidiana en nuestro hogar, de las profesionales de atención domiciliaria, permitieron que abandonase este mundo sin sufrimientos y en paz, rodeada del inmenso cariño de sus seres más queridos. H

*Cronista oficial de Castelló