Ser presidente de la Comunitat con un ridículo resultado electoral y tener que ubicarse en el sillón al son que tararea Compromís y Podemos, puede llevar en ocasiones a tomar decisiones, manifestar opiniones o silenciar consideraciones que de otro modo no se producirían.

La moneda de cambio que Puig está teniendo que dar a Compromís por el sillón del Palau es cada día más alta. El precio de Compromís sube como la espuma mientras un presidente rehén de voluntades ajenas, traga con lo que sea para mantenerse en el poder. Un president cuyo partido, PSOE, allá por 1985, estableció dentro del marco de la educación pública los conciertos educativos, hoy los tacha de privilegios. ¿Es un privilegio que un menor estudie en un colegio concertado que libremente han decidido sus padres y que la ley lo ampara como educación pública? ¿El Gobierno de Felipe González creo privilegios educativos hace más de 30 años? Demasiados miedos y complejos de un president que sabe dónde está su sitio, en el Palau, pero que no sabe dónde llevar a los valencianos. Un precio demasiado alto está pagando Puig por el sillón presidencial.

Si esto pasa en una de las materias de su gobierno, y ejemplos ocuparían más que el limitado espacio de este artículo, lo cierto es que en materia de partido la cosa no cambia. El otro día un senador territorial de Compromís, que utilizó la puerta que le abrió su partido para acceder a la Cámara Alta después de su pírrico resultado cuando se presentó en lista electoral abierta, realizó su enésimo trabajo al servicio de Compromís, que no a los españoles. En un acto absolutamente reprobable cargó contra la presidenta de Andalucía, buscando una notoriedad que no se la otorga su trabajo diario en defensa de los intereses generales. Este hecho, como tantos otros, se enmarca dentro de la ceremonia de la crispación y la efervescencia mediática, tan acentuada en la formación que representa, lejos de solucionar problemas o aportar soluciones, se dedica a crear nuevos problemas. Y vaya si lo ha creado. ¿Alguien cree que en situación normal, Puig o los socialistas valencianos no hubieran salido a defender a la líder andaluza por los ataques del representante de Compromís? Seguro que una inmensa mayoría dirá que sí, por tanto ¿el precio del insulto y la descalificación también valen el sillón de Puig? Los hechos dicen que sí. Un presidente rehén nunca podrá ser un buen presidente, y Puig se equivoca.

*Diputado autonómico del PP