E El pasado mes de julio el presidente de la Diputación de Valencia, Toni Gaspar, afirmaba en una entrevista en Las Provincias que «es inútil debatir la vigencia de la Diputación». «Lo que hay es que llenarla, no vaciarla».

Me alegro de que la izquierda cuando gobierna instituciones como las diputaciones, les vea utilidad. También me alegraría de que les viera la misma utilidad cuando no las gobierna. Porque si algo es útil cuando lo gobiernas tú y en cambio es inútil cuando lo gobiernan los demás, entonces estamos asistiendo a un compendio de demagogia.

Entré como diputado provincial en el equipo de Javier Moliner en 2011, y sobre todo a partir de las elecciones de 2015, las mujeres y hombres del Partido Popular fuimos los únicos, en solitario y contra todos los demás partidos, quienes defendimos la necesidad de las Diputaciones para atender a los municipios más pequeños, los de menos de 20.000 habitantes.

CONTRA TODOS, a izquierda y derecha. Unos como Ciudadanos con implantación territorial en las áreas metropolitanas de las grandes ciudades, planteaban incluso suprimir municipios de menos de 5.000 habitantes. Para ellos por lo visto, la gente debía vivir en urbanizaciones con piscina y bodega. Otros como Podemos, eso de ayudar a los pueblos les sonaba raro. Para ellos los pueblos son para ir el fin de semana, ponerse las quechua e ir a ver las gallinitas y las ovejitas. Y luego ya, pues cogen la Volkswagen Caravelle y se vuelven a la capital. Y los del pueblo, si necesitan algo, que se lo pidan a la Generalitat.

Para otros, como Compromís, las Diputaciones tienen un problema: son de provincias españolas. Y todo lo que suena a español, les pone los pelos como escarpias. Las diputaciones nacen de la implantación del espíritu liberal que impregnó todo el siglo XIX español, en lucha contra el carlismo. Compromís son los herederos del rancio carlismo, partidario de los privilegios forales, frente a una institución que nace de la Ilustración, de ciudadanos libres e iguales, no de territorios desiguales. Y, por último, tenemos al PSOE, el perejil de todas las salsas cada vez que se trata de perjudicar a España.

No por convicción probablemente, sino por tacticismo, lo cual no se que es peor. En 2015 querían suprimir las diputaciones y vaciarlas de contenido y en 2019 las quieren llenar de ese mismo contenido, simplemente porque las gobiernan ellos.

SI NECESITAN llenarlas de contenido como dice Toni Gaspar lo tienen fácil. La Diputación tiene que liderar el crecimiento económico y la creación de empleo; igualar las oportunidades en todo el territorio; defender Castellón, su cultura, tradiciones, talento y emprendimiento; y por último, mejorar la eficiencia de su gestión, destinando sus recursos no a su autoconsumo, sino a atender a todos los pueblos de la provincia.

La Diputación debe ser el ariete contra los intentos de castigar a la provincia. De imponernos peajes en autovías que son gratuitas, de restar competitividad a nuestro sector turístico, con tasas turísticas con las que pagar altos cargos y asesores. Debe ser la que proteja la excelencia de nuestra sanidad, con el Hospital Provincial como emblema. Debe ser el brazo que exija inversión y prosperidad para desbloquear autovías, como la A-7, paralizada por el PSOE entre Vilanova d’Alcoea y La Jana. Debe ser la defensora de los derechos de los castellonenses. En eso, al Partido Popular, nos tendrán a su lado.

*Portavoz del PP en la Diputación