Querido lector, el otro día y en un encuentro de amigos, a uno de los presentes se le ocurrió decir que posiblemente en las próximas elecciones no iría a votar. Comentario que provocó inmediatas, múltiples y variadas reacciones en contra. Y digo variadas porque aunque todos le aconsejaron que fuera a votar, algunos lo hacían desde la sensata reflexión y otros utilizando descalificaciones cercanas a la agresión oral. Por cierto, no lo he dicho, pero se sobreentiende que todos eran de izquierdas porque, los de derechas ni piensan estas tonterías, ni las dicen, ni las hacen: ellos van y, como dios manda, votan a los suyos y siempre en defensa de sus intereses.

Entre alguna de las razones que se esgrimieron cabe destacar a quien le dijo que en la Grecia clásica sería considerado un idiotes, idiota, una persona egoísta, que solo vive para él y que no asume compromisos con la comunidad. También hubo quien aprovechó que estábamos hablando de la memoria histórica y le recordó que todos los republicanos que murieron durante la guerra y la postguerra lo hicieron para defender un estado democrático en el que se pudiese votar. Incluso se le detalló que todo lo que representa la transición fue para conseguir un estado democrático en el que se respetaran derechos humanos y libertades. Al final alguien le situó en el ahora y le pidió que con su voto colaborase para que el populismo y la extrema derecha no consiguiera que la democracia tenga menos derechos cívicos.

Querido lector, no sé lo que hará mi amigo, se lo preguntaré, pero imagino que siendo buena gente como es, optará por ir a votar y animar a quienes intenten defender caminos de participación y justicia social. Es necesario. Sin duda.

*Analista político